jueves, 25 de febrero de 2016

3 - OMÁN. ANGELES DEL DESIERTO

Nuestro amigo Fortu nos llama los Angeles del Desierto, pero para nosotros los auténticos Angeles del Desierto son las personas que diariamente nos ayudan en nuestro viaje. Hemos hablado mucho de la hospitalidad de los omaníes, pero queremos también agradecer a los inmigrantes de este país por su inestimable ayuda. Indios, Pakistanis, de Bangladesh, Indonesia, etc...  Muchas gracias!! 

Llegamos a Wadi Shab con la intención de acampar en su interior, pero cuando nos dirigimos hacia la caseta donde se encuentran los aseos públicos, el trabajador de Bangladesh nos dijo que no se podía acceder hasta allí con la bicicleta, pero que el nos las podía guardar en un aseo que no se utilizaba. Al entrar en el aseo vimos que allí había otra bicicleta, lo más sorprendente es que al ver la inscripción "Selaventura" en el cuadro, recordé que el amigo Juan Crespo (El de la Dahon), me había comentado que Sel, un cicloturista español, se encontraba viajando por esta parte del mundo. Enseguida cogimos lo imprescindible para acampar y nos dirigimos hasta el interior del Wadi. Para cruzar necesitamos la ayuda de una de las barcas que realizan este servicio (Cobran 1 rial por persona, unos 2,40€, ida y vuelta).
Al llegar donde se encontraba acampado Sel, le dijimos en español: - Sel, a ti te íbamos buscando. 
Se quedó a cuadros. Enseguida nos instalamos junto a él, y como vimos que había buen rollo entre nosotros, decidimos que nos íbamos a quedar al menos tres noches allí. Sin lugar a dudas estos días fueron los mejores que hemos pasado en Omán.  
Sel ha llegado hasta aquí desde Madrid en un viaje que le ha llevado siete meses. Su ruta a partir de ahora es similar a la nuestra, quiere hacer la ruta de la Seda pero su destino final es Nepal. El motivo por el que se encuentra en Omán, es también parecido al nuestro, el clima. Llegó demasiado tarde a Irán y no quería internarse en Asia Central en invierno, donde se pueden alcanzar temperaturas de menos 30 grados, así que puso rumbo sur para pasar los meses de invierno entre Emiratos y Omán. Supongo que durante el viaje coincidiremos en más de una ocasión.
Poco que contar de estos días. Aprovechamos para disfrutar del Wadi y bañarnos en sus aguas cristalinas. Es un lugar es muy visitado por excursionistas durante todo el día, pero a partir de las seis de la tarde lo teníamos para nosotros solos. Con solo una tienda de campaña, agua y comida pasamos unos días maravillosos, a veces lo más sencillo es lo que más te hace disfrutar.
El último día apareció en el Wadi una excursión de valencianos, la mayoría de Sueca, aunque también había una chica de Orihuela, casi vecina nuestra. Eran cruceristas y la mayoría ya mayores. Los metieron caminando hacia la parte más difícil del Wadi, por lugares por los que ni mucha gente joven se atrevería a adentrarse, la verdad que fue una temeridad, pero aunque hubo alguna caída no pasó nada grave para lo que podría haber ocurrido. Pasamos un rato agradable con estos españoles, da gusto encontrarse a gente tan maja y con ganas de conocer mundo. Lástima que no hicimos fotografías.


Lugar donde acampamos en Wadi Shab



Encontramos a una pareja de Berlin que también viajaba en bicicleta, pero regresaban pronto a Alemania. Nos dieron alguna información sobre su viaje, y sus problemas para extender su visado de Iraní.


Cocinando un poco de arroz

Sendero hacia el interior del Wadi
En el interior de la cueva que hay en Wadi Shab


A Sel se le mojó cámara y móvil, ya no se pudieron recuperar. D.E.P



Jóvenes saltando al Wadi

Por la noche probamos a hacer una hoguera, pero solo había ramas de palma que se consumían enseguida


Despedida de Sel y del Wadi

Nos despedimos de Sel que prefirió quedarse unos días más en  el  Wadi. Desde allí hay tan solo unos 50 Kms hasta la ciudad costera de Sur, así que sobre las 12:30 de la mañana ya nos encontrábamos comiendo en la terraza de un restaurante de la ciudad. Al lado nuestro se sentó Mubarak, un chico omaní que enseguida entabló conversación. Después del oportuno cuestionario, al que respondemos varias veces al día, le comentamos si conocía algún sitio para acampar. Nos indicó que junto al paseo marítimo había un astillero que construye barcos de madera y que allí nos podíamos quedar, que nos esperaba en ese lugar en un rato. Nos presentamos en el astillero y Mubarak aguardaba nuestra llegada. Nos comentó que hace años había siete astilleros de barcos de madera pero con la llegada de la fibra de vidrio el negocio se acabó, y ahora solo construyen unos pocos barcos para algún caprichoso acaudalado del golfo. 
Dejamos las bicicletas y todas nuestras pertenencias en el astillero y Mubarak nos llevó a visitar los puntos más importantes de la ciudad. Primero un museo donde se encontraba un antiguo barco con el que Omán comerciaba con Africa, y luego a distintos miradores. Tras las visitas, Mubarak nos dijo que quería pagar una habitación de hotel para nosotros, que el hotel era de su primo y le saldría muy barato. Le insistimos en que no lo hiciera. ¿O no le insistimos tanto? Bueno... creo recordar que tampoco lo agarramos del cuello para que no lo hiciera. El caso es que nos comentó  que tenía que ir a trabajar y que volvería en dos horas para recogernos y llevarnos al hotel. La historia nos parecía tan increíble que mientras esperábamos preparamos la opción B y empezamos a buscar un buen sitio para plantar la tienda. Antes de las dos horas se presento de nuevo, y como nos había prometido nos llevó al hotel de su primo, y la verdad que la habitación no estaba nada mal.  No contento con esto, nos llevó por la tarde a visitar una granja de camellos. Al día siguiente, que era fiesta, quería que lo acompañáramos a un parque natural cercano, donde las tortugas verdes desovan. No quisimos abusar de su generosidad y le dijimos que no podíamos.
Muchas gracias Mubarak, ha sido un placer conocerte.
Thank you so much Mubarak, nice to meet you!!


Ciudad de Sur. Fue colonia portuguesa y nos pareció la ciudad más bonita de la costa de Omán.

Típicos barcos de madera

Este es el barco que se encuentra en el museo

Sur


En el astillero con Mubarak. Este barco ha sido encargado por un jeque de Bahrein





Con Mubarak, ya de paisano, en la granja de camellos





Desde Sur pedaleamos hasta Al Kamil, con la idea de acampar. No pasaron ni dos minutos cuando dos jóvenes, Mohamed y Zacaris, pararon en su coche y nos hicieron el interrogatorio habitual. ¿De dónde sois?, ¿dónde vais?,  ¿de dónde venís?,  ¿cuánto tiempo va a durar vuestro viaje?,  ¿cuantos kilómetros hacéis al día?, ¿que os parece Omán?, etc... Tras decirles que buscábamos un sitio para acampar, Mohamed nos invitó enseguida a quedarnos en su casa, así de simple. No podíamos creer la suerte que teníamos, ya empezábamos a pensar que esto era habitual con todos los ciclistas extranjeros. Sel nos había comentado que a el nunca le habían ofrecido dormir en una casa, pero conociendo a los omaníes lo veíamos lógico, por ser un hombre y viajar solo. Semanas más tarde conocimos a una pareja de Suiza en el ferry que nos llevaba a Irán y nos sorprendió cuando nos contaron que en todo su periplo por Omán ninguna familia les invitó a dormir en casa.
Los omaníes tienen casas muy grandes, al principio nos parecieron gigantes, pero después de saber que los hijos varones cuando se casan, siguen viviendo en la casa de sus padres con su mujer e hijos, ya no nos parecieron tan espaciosas. Nos ha pasado con más de una familia, que al preguntarles cuanta gente vivía en la casa, no nos supieron decir un número exacto. 
Como ya os explicamos en la anterior entrada, en Omán no te invitan a dormir en el interior de sus viviendas, sino en un salón de huéspedes anexo. En muchos casos las mujeres quieren conocer a Merce y le ofrecen pasar donde viven ellas. Esto sucede sobre todo en las familias más conservadoras, donde las mujeres no quieren pasar a vernos, o mejor dicho... a verme a nuestro salón. En el caso de la familia de Mohamed, las mujeres vinieron enseguida a visitarnos y a hacernos el interrogatorio, saciada su curiosidad se marcharon enseguida. A los pocos minutos se presentaron los amigos de Mohamed, un grupo de jóvenes donde destacaba Jaber, un universitario muy curioso que hablaba bastante bien inglés y nos acribilló a preguntas, otra vez el interrogatorio, y ya iban tres veces en el mismo día. Después de comer fruta y dátiles, acompañados de chai y café, llegó la hora de pasear al guiri, muchas veces nos gustaría simplemente quedarnos a descansar en el salón por unas horas, pero sería de mala educación y al final nunca nos arrepentimos de la experiencia. Jaber y Mohamed nos llevaron a una granja de camellos, segunda vez en dos días. Mas tarde fuimos a visitar a los verdaderos habitantes del desierto, sin duda esta fue una de las experiencias más enriquecedoras de todo el viaje. En medio de ninguna parte, a la luz de un quinqué y sin agua corriente, vivía una familia de unos siete u ocho miembros. La casa donde habitaban ni siquiera podría definirse por ese nombre, se trataba tan solo de cuatro troncos y unos cuantos tablones. El suelo donde dormían era la arena del desierto, la cocina una simple hoguera, y el menaje un par de cacerolas donde calentar el café. Enseguida nos ofrecieron café y dátiles, como en todas las casas omaníes, y aunque no era el lugar más limpio del mundo, disfrutamos mucho de compartirlo con esta familia. El más anciano no hablaba inglés, pero Jaber nos traducía, cuando le contamos nuestro viaje, este se entusiasmó y nos animó a llevarlo a cabo hasta el final.  Mientras yo estaba con los hombres, Merce fue invitada a visitar a las mujeres en otra "casa". A la luz de un quinqué se encontraba dos mujeres y dos niños. Las mujeres no hablaban nada que no fuera árabe, a pesar de eso se pudo comunicar bastante bien mediante señas. Las mujeres le insistían en que se quedara a dormir esa noche con ellas.


De la comodidad de la habitación de un hotel a la cruda realidad, carretera con viento y arena.



De izquierda a derecha Jaber y Mohamed. A ver si descubrís en esta fotografía quien es el que no tiene clase para sentarse en una alfombra.

Mohamed en la granja de camellos

Si, así se monta sin silla

La familia que vivía en el desierto. Viven así por propia elección.


Muy temprano nos pusimos en marcha dirección a Bidiyah, nos habían recomendado visitar el desierto de Wahiba. Nada más llegar nos dimos cuenta que este era un lugar turístico, enseguida aparecieron los buscavidas para ofrecernos tours para acampar en el desierto. Por más que les explicamos que nosotros disponíamos de nuestra propia "jaima", no querían entenderlo y nos llegaron a rebajar el precio hasta la mitad, y eso sin llegar a regatear.
Nuestras opción era acampar cerca del pueblo, hasta donde pudiéramos llegar cargados con las bicicletas y todo nuestro equipaje. Aunque en Omán eres libre de acampar donde quieras, nos gusta preguntar a los vecinos si hay algún problema. Llamamos a una casa para pedir agua y  preguntar si podíamos acampar en la duna que había detrás de su vivienda. Enseguida nos invitaron a pasar al patio de la casa y a sentarnos en las alfombras donde solo se encontraban las mujeres. Nos pareció extraño que en esta casa las mujeres no tuvieran ningún reparo en compartir  espacio con nosotros, parece que en esta parte del país no existen esas barreras. Fátima y Sheikha, las dos hijas de la familia eran muy abiertas y hablaban bastante bien inglés. Nos sacaron dátiles y café, y compartimos un buen rato hablando con ellas. Como nos ha sucedido en tantas ocasiones, al final nos ofrecieron quedarnos en el salón de huéspedes de la casa, pero esta vez habíamos venido para acampar en las dunas y declinamos su oferta. Nos convencieron para dejar la acampada para más tarde y mientras tanto nos llevaron de excursión por el desierto en su 4x4. Después de haber conocido varias familias omaníes, nunca nos había sucedido esto,  nos encantó compartir unas horas solamente con mujeres. 
Ya de regreso uno de los hermanos nos subió en su coche a las dunas para que acampáramos. Las bicicletas se quedaron guardadas en la casa.


Dando una vuelta en 4x4 por el desierto de Wahiba

Paramos en una jaima de beduinos, pero esta vez muy preparada para el turismo

Fátima conduciendo el 4x4. No podíamos fotografiar sus rostros
Subiendo hacia las dunas en coche

Aquí es donde acampamos 




Al día siguiente tomamos una carretera secundaría antes de llegar a Ibra. No había nada a ambos lados de la carretera, así que decidimos desviarnos unos pocos kilómetros para buscar un pequeño pueblo que aparecía en el mapa. Al llegar no había nadie por la calle, parecía uno de esos pueblos fantasmas de las películas americanas, donde van a parar dos incautos viajeros tras averiar su vehículo, y ya sabéis como acaba la película... siendo perseguidos por todo el pueblo y colgados en un garfio del granero, bueno... pues eso parecía este pueblo. La verdad que no nos apetecía acampar en la calle, así que, a riesgo de topar con el asesino del pueblo, preguntamos en una casa por un lugar donde quedarnos a dormir. Aunque el trato fue mucho más frío que en otros lugares de Omán, la verdad que no nos podemos quejar, el hombre al que le preguntamos nos abrió la antigua escuela, ya en desuso, para que durmiéramos allí. El lugar llevaba bastante tiempo sin limpiar, así que instalamos nuestra tienda de campaña dentro del aula y problema solucionado. 
Hasta aquel día nadie nos había tratado mal en Omán, pero en la pequeña tienda del pueblo, el dueño, un viejo gruñón con pinta de talibán, nos echó sin motivo alguno, todavía hoy no sabemos el porqué. La primera teoría es que nos echaran por la vestimenta, pero Merce iba con pantalón y camiseta de manga larga, no se si le sentó mal que no llevara tapado el pelo, pero en Omán eso nunca fue un problema. La segunda teoría es que los niños del pueblo nos persiguieron hasta la tienda, y el viejo harto de la chiquillería se quitó el problema de encima. La tercera es que era un fundamentalista hijoputa, y esta me parece que va a ser la más acertada.

Acampando en el interior de un colegio

Nos dio tiempo a hacer la colada y secarla en el patio de la escuela.
En el cartel se puede leer que era una escuela coránica privada.

El cartel era bastante acertado, vimos algunos camellos cruzando peligrosamente la carretera

Al siguiente día acampamos en el Wadi Indam, un lugar con aseos públicos limpísimos. El empleado de Bangladesh dormía allí mismo y estaba esperando en la puerta a que salieras para entrar a limpiar 

Tras 21 días de viaje cumplimos nuestros primeros 1.000 kms


Entramos a comprar esta tienda y el dueño nos regaló una bolsa de fruta, dátiles y un dulce típico omaní. ¿Tendremos pinta de hambrientos? 

Más de la mitad de la compra regalada, y porque nos fuimos rápido, quería que nos lleváramos más cosas.

Al día siguiente campamos en el bonito pueblo de Birkat Al Mouz


Una de la ciudades más visitadas en el interior de Oman es Nizwa, y su máximo exponente es su fuerte. No vamos a decir que no nos gustara, pero a veces los restauradores se pasan en su trabajo. En el caso de este monumento, parece que lo hubieran construido antes de ayer. Vimos fotos del antes y después y si lo hubieran dejado como estaba seguro que tendría mucho más atractivo. 

Nizwa


Entrando al fuerte


Foto del Sultan Qaboos, idolatrado por todos los omaníes sin excepción. Según parece desde que derrocó a su padre, el país se ha desarrollado para bien.

No encontrábamos un lugar apropiado para acampar a las afueras de Nizwa, así que seguimos haciendo kilómetros por la única carretera sin arcén que hemos cruzado en este viaje. Ya cansados de pedalear, paramos en un pequeño pueblo llamado... ya me acordaré. Al llegar al pueblo vimos a un chico que salía de su casa y le preguntamos si podíamos acampar en los alrededores. Como casi todos los omaníes con los que hablamos nos hizo la entrevista y después nos invitó a su casa a tomar café. No vamos a negar que esta vez aceptamos por que teníamos la esperanza de que nos invitara a pasar la noche en su casa, cuando uno está agotado se le quita la vergüenza. Llegamos al salón de invitados y nos sacó fruta, chai y dátiles y enseguida nos hizo la pregunta esperada... - ¿Os queréis quedar a dormir aquí? y contestamos lo que se esperaba de nosotros: - ¿Muchas gracias, pero de verdad no será un problema?.  En resumen, que después de un día duro de pedaleo nos pudimos duchar y dormir de lujo. 
Adil, que es como se llamaba este militar omaní, estaba casado con un encanto de mujer, muy amable y atenta. El no hablaba casi nada de inglés, pero aún así nos llevo a las montañas de excursión en su 4x4.
Por la noche las mujeres llamaron a Merce para que las acompañara al interior de la casa y le pintaron las manos con henna. Cuando estábamos a punto de acostarnos Adil llamó a nuestra puerta y le regaló a Merce una pulsera de plata y a mi un gorro típico omaní. Increible esta gente!! Muchas gracias. 
Thank you very much Adil and family!!

Con Adil 



De excursión a un pueblo de montaña, se acabó la batería de la cámara y no pudimos hacer más fotografías pero era espectacular.

Por las calles del pueblo

Dibujo de henna en las manos de Merce

Para evitar la carretera sin arcén utilizamos algunos caminos secundarios


Llegamos a Bhala sobre la una de la tarde y  contactamos con Sulaiman, el warmshowers que nos iba a alojar en la ciudad. Mientras que lo esperábamos estuvimos contemplando el imponente fuerte de la ciudad. Sulaiman no vive en Bhala, pero tiene allí dos tiendas de informática y telefonía, y utiliza la habitación de una antigua casa para quedarse a dormir allí de vez en cuando. Esa habitación fue la que nos dejó para quedarnos dos noches. A la mañana siguiente visitamos más detenidamente el interior del Fuerte de Bhala, que nos gustó bastante más que el de Nizwa, aunque también se encontraba restaurado en exceso.


Llegando a Bhala


Oasis de Bahla


Fuerte de Bahla. Ahí tenéis nuestras bicis



Interior del fuerte







Desde Bhala a Ibri hay 100 kilómetros de distancia y en un principio queríamos recorrerlos con mucha tranquilidad y hacer el trayecto en dos días. Una warmshowers inglesa llamada Catherine había aceptado alojarnos en la ciudad. Cuando tomamos la carretera soplaba un fuerte viento de espalda que nos  hacía volar en nuestras bicicletas y en dos horas y media ya llevábamos recorridos 60 kms, así que aprovechando que el Dios Eolo estaba de nuestra parte, nos plantamos en Ibri esa misma mañana. Como nos presentamos un día antes de lo previsto y Catherine se encontraba fuera de la ciudad, pedimos permiso para acampar en el patio de la casa de una familia omaní. Eran  tan reservados que apenas los vimos salir un par de veces y hablaron muy poco con nosotros. 

Desde Ibri pusimos rumbo hacia la costa, y para llegar hasta allí había que atravesar una cadena montañosa, lo que desconocíamos era que el ingeniero que hizo la carretera era un bromista, y en lugar de hacerla serpentear por las montañas,  tiraba una linea recta con inclinaciones brutales, en más de una ocasión  tuvimos que bajar de la bicicleta para empujarla. 
Ya atardeciendo nos encontramos a un cicloviajero de la República Checa que estaba haciendo un viaje de seis semanas por Emiratos y Omán. Nos llamó la atención que pedaleaba con unas chanclas de playa, y nosotros gastándonos  una pasta en las sandalias Keen. 
A pesar de la broma del ingeniero hicimos 85 kms. Acampamos al lado de un hospital y una mezquita que se encontraban perdidos en medio de las montañas. Las mezquitas son un recurso que utilizamos de vez en cuando porque además de darte seguridad acampar junto a ellas, tienen baño y siempre que hemos pedido permiso nos han dejado  usarlos, incluso para ducharnos.


El checo con chanclas de playa

Acampada junto a Hospital y Mezquita

Tuvimos que cruzar varios wadis durante la siguiente jornada


Torre de vigilancia

Al día siguiente hicimos los 50 kms que nos quedaban hasta la costa, presentándonos en la ciudad de Al Khaburah sobre las 12:30 de la mañana. Nos encontrábamos parados mirando el mapa cuando se nos acercaron dos mujeres en un coche. Después de hacernos el cuestionario, nos preguntaron si queríamos comer en su casa y sin pensarlo aceptamos, ese día nos lo queríamos tomar con mucha tranquilidad, ya que Sel venía desde Mascate por la costa y queríamos hacer tiempo para que nos alcanzara al día siguiente. Seguimos al coche durante un par de kilómetros y llegamos a una mansión inmensa. Estacionamos nuestras bicicletas en el patio y al entrar nos quedamos con la boca abierta, la casa parecía más bien un palacio, muy rococó para nuestro gusto, pero no vamos a negar que era imponente. Enseguida nos presentaron a Yaqoob, el jefe de la casa, como el mismo se denominaba. Orgulloso nos mostró todas las estancias, cada habitación eran tan grande como todo nuestro piso y disponía de baño completo, con water turco y occidental, para que cualquier culo se sienta a gusto. 
Yaqoob es controlador aéreo en el aeropuerto de Mascate, y tiene muchos amigos occidentales. Estuvo viajando por España hace un par de años con un amigo español y nos hablaba maravillas de nuestro país, no me extraña, visitó dos de las ciudades más bonitas de nuestro país, Córdoba y Granada.
Después de la visita, Yaqoob nos invitó a quedarnos a dormir en su casa. Por primera vez íbamos a dormir en el interior de una casa omaní y no en el salón de invitados. Nos ofreció una de esas habitaciones con baño completo y nos supo a  gloria.
La familia de Yaqoob esta bastante occidentalizada, comimos con ellos en una mesa  y no en la alfombra, y algunos incluso utilizaron cubiertos en lugar de las manos, era la primera vez que veíamos a un omaní utilizando cubiertos. Tenían dos criadas de Tanzania que eran las que cocinaban, y lo hacían tan bien que se nos saltaban las lágrimas, de lo mejor que hemos comido en Omán. Tan occidentalizada estaba esta familia que la una de las hijas nos sorprendió preguntándonos si conocíamos a Pablo Alborán. 
Por la tarde Alha, la simpática cuñada de Yaqoob, nos llevó a conocer los alrededores de Al Khaburah en el todoterreno de su hermano y se llevó de interprete a una de las niñas de la familia, que estudiaba en un colegio bilingüe. En esta familia podíamos tratar con las mujeres sin problemas, lo que fue un placer después de que en la mayoría de las casas solo lo podía hacer Merce.
Por la noche Yaqoob preparó una barbacoa en nuestro honor en el patio e invitaron a otros familiares que vivían en el pueblo. Todo el mundo quería que comiéramos y comiéramos, y  aunque ya no podíamos más, intentábamos comer para no quedar mal. Desde que empezamos el viaje, nuestro cuerpo se ha habituado a comer poco, y enseguida nos llenamos. Pensábamos que iba a ser al contrario, por el gasto de energía en la bici.

Con Yaqoob en el "palacio"

Aunque comimos en una mesa, la fruta, café y dátiles se siguen sirviendo en la alfombra

Un ramo de flores y dos paquetes con perfumes para Merce. Nos dio mucha pena pero las flores se quedaron allí.

En la casa había muchos niños, un lío saber de quien era cada uno.

Barbacoa por la noche


Al día siguiente, tras un desayuno de campeones en el “palacio” de Yaqoob, nos despedimos de la familia y continuamos ruta hasta la ciudad de Sohar. Esta parte ya la habíamos recorrido en sentido contrario unas semanas antes y nos la tomamos con tranquilidad. Al llegar a Sohar acampamos en el mismo parque que lo hicimos anteriormente, debajo de la misma pérgola. Al lado teníamos los aseos públicos para ducharnos e incluso aprovechamos para lavar la ropa y poner a punto las bicicletas, que les hacía falta limpieza y engrase. 
A Sel le enviamos nuestra ubicación exacta pero pasaba la tarde y no daba señales de vida. Empezamos a preocuparnos cuando una tormenta descargó con fuerza, el tiempo pasaba y no contestaba a nuestros mensajes. Por fin, ya casi de noche, apareció empapado y acampó junto a nosotros. 


Pescadores a la llegada a Sohar

Mercado del Pescado de Sohar. Muy cerca de donde acampamos.






La pérgola donde acampamos durante dos noches con Sel

Según nos habían comentado, hacía muchos años que no llovía en Omán, y los siguiente días se esperaban fuertes lluvias. El lugar donde estábamos acampados era bastante seguro y decidimos quedarnos allí dos noches para no tener problemas. La siguiente noche llovió aún más fuerte, incluso al principio entró un poco de agua a la tienda, al haber colocado mal el doble techo, pero pusimos un viento más y se solucionó la inundación.
Amaneció un día perfecto, con el cielo limpio de nubes. El pelotón emprendió la marcha con un ciclista más, nuestro amigo Sel, que se nos uniría por un tiempo. Durante todo el día tuvimos que atravesar varias carreteras inundadas por la lluvia, pero nada que no se pudiera solucionar mojándonos un poco las zapatillas.

A medio día llegamos a la casa de nuestros amigos Hamed y Khalid en Shinas, para recoger las cosas que habíamos dejado allí al principio del viaje. Un día antes había contactado con Hamed para ver si nos podíamos quedar en su casa, pero  entendí que tenía unos amigos suyos de Arabia Saudí de visita en casa y no tenía sitio para nosotros. Al llegar a la casa nos abrió la puerta Khalid y nos dijo que su hermano se encontraba de viaje con los saudíes y que nos podíamos quedar en el salón de invitados a dormir. No nos lo pensamos dos veces, una nueva tormenta estaba a punto de descargar y justo habíamos encontrado el refugio perfecto. 
Lo de esta familia no lo puedo describir con palabras.  A pocos minutos de llegar ya teníamos la comida preparada y en varias ocasiones las hijas de la familia pasaron a preguntar si queríamos chai, café o dulces, que pidiéramos lo que quisiéramos. Incluso Khalid nos ofreció quedarnos el tiempo que quisiéramos en otra casa que tenían en el pueblo, ya que al día siguiente llegarían los saudíes y ocuparían el salón. Muchísimas gracias!!!

Pedaleando hacia Shinas

Sel con Khalid y Omar, que al enterarse que estábamos de nuevo en Shinas vino a visitarnos

De nuevo siendo cebados por los omaníes

Despedida de Khalid 


Nos despedimos de Omán con mucha pena, y aunque seamos pesados con el tema, queremos dar las gracias de nuevo a toda la gente que nos ha ayudado con su inmensa hospitalidad. 

Ayer, día de 24 de febrero de 2016 llegamos a Irán. Por lo que estamos viendo con las conexiones a internet... la cosa va a estar chunga para poder seguir escribiendo en el blog e incluso en Facebook, así que lo de subir videos a Youtube ni hablamos. 
Aprovechando que estamos en un hotel en Bandar Abbas y la conexión es medio decente, hemos terminado esta crónica rápidamente, así que perdonar si hemos metido mucho la pata.

Un abrazo a todos desde Irán!!