jueves, 11 de febrero de 2016

2- BIENVENIDOS A OMÁN

No queríamos escribir este blog como un diario de viaje al uso, pero estos primeros días nos han sucedido tantas cosas que, aún a riesgo de ser cansinos, queremos haceros partícipes. Sobre todo no nos gustaría olvidar a toda la gente que nos ha ayudado. Supongo que cuando vaya pasando el tiempo nos iremos acostumbrando a la hospitalidad de la gente, aunque esperamos seguir demostrándoles lo agradecidos que estamos por ello, aunque sean cientos de veces las que nos presten ayuda. 

El 20 de enero por fin comenzamos a pedalear y tras alejarnos unos 20 kms de Dubai nos encontramos con lo que veníamos buscando, un inmenso desierto con dunas perdiéndose en el horizonte. Partimos muy tarde y solo pudimos recorrer 42 kms, así que no tuvimos más remedio que acampar en el primer lugar que encontramos.  La cosa fue fácil, todo el desierto estaba disponible para nosotros y con solo adentrarnos un poco en las dunas encontramos un lugar de película. Antes de plantar la tienda tuvimos la suerte de divisar un grandioso estadio de rugby, parecía un espejismo pero era real.  En medio de ninguna parte se encuentra el The Sevens Stadium. Como nos faltaba agua fuimos al restaurante del estadio a comprar unas botellas y como la necesidad agudiza el ingenio, enseguida divisamos unas magníficas duchas que nos vinieron genial para pasar, bien aseados, la primera noche en el desierto
Aunque hemos viajado en otras ocasiones en bicicleta, nunca lo hemos hecho sin preparar, al menos un poco, donde íbamos a dormir. Aunque nos habían dicho que tanto en Emiratos como en Omán no hay problema para acampar casi en cualquier lugar, no vamos a negar que conforme se va acercando el atardecer, nos van asaltando las dudas y la ansiedad se apodera un poco de nosotros. Supongo que cuando vaya avanzando el viaje nos iremos relajando con este tema.



Si, eso que se ve en el centro de la imagen es una gacela. Vimos varios grupos, desconocíamos que las había por aquí.

Increíble, nos encontramos con este carril bici en medio del desierto

Primera acampada en el desierto. ¿No esta mal, no?


El segundo día nos las prometíamos muy felices cuando sobre las dos de la tarde nos plantamos, muy sonrientes, en el puesto fronterizo que va hacia Hatta. El guarda de la frontera nos indicó que si íbamos a Oman ya nos podíamos dar la vuelta para tomar otra carretera, ya que por la siguiente frontera solo pueden entrar los ciudadanos de Emiratos Arabes Unidos y de Omán. Vaya risa que nos dio cuando tuvimos que desandar el camino.
Esta segunda tarde tuvimos un momento de esos que comentaba antes de ansiedad en busca de un lugar para dormir. El desierto era más bien un pedregal y los pueblos no nos infundían confianza, así que ya cansados de pedalear preguntamos en una mezquita si podíamos acampar en el patio. Nos dijeron que sin problema. Cuando ya teníamos montada la tienda, vino un señor, que por su forma de vestir parecía un jefazo, y nos dijo que no nos podíamos quedar allí. Ya pensábamos que nos iba a echar y que tendríamos que buscarnos la vida en plena noche. Entre señas y dos palabras en inglés nos comentó que mejor nos quedáramos en el patio de su casa donde estaríamos más protegidos, y que su casa no quedaba lejos. Coño!! Tan lejos que pasamos la tienda, montada y todo, por lo alto de una tapia hasta su patio. Nos regaló una bolsa llena de botellines de agua, gesto que está siendo muy habitual desde que comenzamos el viaje. Para la gente del desierto es muy importante el agua y es un regalo siempre bien apreciado. 


Nos las prometíamos muy felices a poco de llegar a la frontera, pero no nos dejaron pasar

Al siguiente día comenzamos a rodar con los primeros rayos de sol, y nos desviamos por una pequeña carretera que aparecía en nuestro mapa. 

Estamos intentando levantarnos al amanecer para desayunar y empezar bien temprano la ruta, aprovechando el fresco de la mañana


Comenzamos este viaje con muy poco entrenamiento, pasados de peso, y durante esta jornada bien que nos acordamos de los excesos de las pasadas Navidades. Para llegar hasta la costa teníamos que cruzar una carretera de montaña con varios puertos, que sumado al calor, nos hizo exprimir todas nuestras fuerzas. La gente nos animaba, e incluso un grupo de indios se hizo unas fotos con nosotros y nos dieron agua. Aunque queríamos alcanzar la costa ese mismo día, llegó un momento en el que ya no podíamos más y ante la presencia de otro puerto nos desviamos por una carretera secundaria para buscar agua y acampar. Esa carretera daba un gran rodeo hacia la costa pero por suerte era bastante llana, lo malo es que toda la zona estaba llena de piedras y acampada parecía imposible. Seguimos hasta que encontramos un pequeño pueblo llamado Awhala, que ni siquiera aparecía en nuestro mapa. Pasamos por delante de la Comisaría de Policía y no se nos ocurrió otra cosa que preguntarle a Khalid, el policía que entraba esa noche de guardia, por la posibilidad de acampar en el patio de la Comisaría. Nos está siendo de gran utilidad un documento traducido al árabe que llevamos, donde explicamos quienes somos y que es lo que estamos haciendo. Siempre lo enseñamos cuando es necesario y suele ser bastante efectivo. Khalid leyó el documento y enseguida llamó por teléfono al capitán.  Estuve hablando con él, sin enterarme de la misa la mitad, aunque creo que el tampoco se enteró demasiado. La cuestión es que no podíamos quedarnos allí. Entonces fue cuando Khalid nos montó en su coche y nos acompañó a la tienda del pueblo. Nos invitó a unas coca colas y unos bizcochos, nos llevó al fuerte de la ciudad y le dijo vigilante que nos instalara para dormir en las oficinas y que cuidara de nosotros. Tras una ducha en las instalaciones del fuerte y con el estómago lleno, nos dedicamos a contemplar el lugar tan maravilloso donde íbamos a dormir esa noche, no todo el mundo puede decir que ha dormido en un fuerte árabe.
Después de un día durísimo, totalmente vacíos de fuerzas, un gesto de hospitalidad como este te hace la persona más feliz del mundo. Muchas gracias!!



Fuerte de Awhala

Vistas de Awhala desde la torre del fuerte


Visitando el interior del fuerte


Abandonamos el fuerte bien temprano, estábamos ansiosos por llegar a la frontera de Omán que se encontraba a tan solo 12 kms de Awhala. Antes de eso todavía tuvimos que atravesar alguna que otra montaña y como llevábamos las piernas castigadas del día anterior, se nos hizo bastante duro.
La entrada en Omán fue fácil, ya en el primer contacto con la policía de la frontera se nota el buen rollo de los omaníes. Para entrar al país pagamos 20 riales por persona (unos 47 euros) y nos estamparon un sello para un mes de estancia en el país.
Recorridos tan solo unos pocos kilómetros en Omán, ya se nos cruzó un primer coche para ofrecernos unas botellas de agua fresca y más tarde otro vehículo nos quiso dar unas bandejas con comida. Muchos coches nos pitan y sacan la mano con el pulgar en alto o nos preguntan si necesitamos algo. Esto ha sido el pan de cada día desde que entramos a este increíble país. Seguramente no sea el país más bonito del mundo, pero estoy seguro que si uno de los más hospitalarios.
Unos días antes de salir de Dubai, a través de la web de ayuda entre cicloturistas Warmshowers, intentamos contactar con Khalid y Hamed, dos hermanos que viven en la ciudad costera de Shinas, en Omán, pero como durante los siguientes días no tuvimos conexión a internet, no sabíamos si habían aceptado alojarnos en su casa. Precisamente en Shinas paramos para comprar una tarjeta SIM con datos para mantener el contacto con la familia. Yo entré a la oficina de la compañía de teléfonos mientras que Merce se quedó fuera cuidando las bicicletas. Al salir me encontré con que Merce estaba acompañada por Khalid y su hermano Hamed, precisamente los chicos con los que habíamos contactado. Esa casualidad hizo que pasáramos uno de nuestros mejores días en Omán.
Nos llevaron a su casa y se vistieron con su ropa tradicional. Los omaníes nos han parecido mucho más tradicionales en su forma de vida que los emiratís. Al igual que los Emiratos, Omán es productor de petróleo y gracias a ello, y a que el actual Sultán ha modernizado mucho el país, disfrutan de un alto nivel de vida. Un omaní que trabaja durante 20 años, tiene derecho a jubilarse con entre un 80% y un 90% de su salario y dedicarse a otro trabajo si quiere. La sanidad y educación es gratuita. Si estudias una carrera universitaria no tienes que pagar matrícula ni material, al contrario, te pagan por estudiar. Los trabajos más duros los hacen los inmigrantes, que suelen ser, en su mayoría, de Bangladesh, India y Pakistán. Por supuesto  estos no tienen los mismos derechos que los omaníes. 
Las familias de Omán guardan mucho la intimidad de su hogar y nunca te alojarán en el interior de su casa. La mayoría disponen de un salón con baño anexo a la casa donde recibir a familiares y amigos. En estos salones es donde nosotros hemos dormido muchísimas noches. Con más o menos lujos, suelen ser bastante parecidos, una alfombra que ocupa todo el suelo de la estancia e inmensos sofás por todo el perímetro. 

Después de comer y descansar un poco, los hermanos Khalid, Hamed y su amigo Omar nos llevaron a la finca de la familia en las montañas, donde estuvimos paseando un rato. Con ellos comenzamos a aprender algunas costumbres  y protocolos para no meter la pata cuando conociéramos a otras familias.
Al día siguiente nos despedimos de esta magnífica familia que nunca olvidaremos. Además de invitarnos a su casa recibimos varios regalos. 
Gracias amigos!!



Con Khalid y Hamed


Con Khalid, Hamed y dos trabajadores de su finca, de India y Bangladesh





Cenando en el desierto con Hamed y su amigo Omar

La madre de Hamed y Khalid, le regaló a Merce este vestido y un perfume. A ver como lo cargamos en las alforjas

A mi me regalaron este pañuelo



La siguiente noche acampamos en un parque en la ciudad de Sohar. En Omán eres libre de acampar donde quieras y nadie te molesta.


Sohar
Abandonamos la ciudad de Sohar y como siempre nos pasamos toda la jornada devolviendo los cientos saludos que recibimos. Aunque se hace pesado, no queremos dejar de saludar a nadie. Tampoco es extraño que pare algún coche para hacerse fotos con nosotros o  regalarnos unas botellas de agua. 
Viajamos paralelos al mar durante varios kilómetros, pero pasando por pueblos semiderruidos. La gente ha abandonado estas casas para hacerse grandes mansiones más hacia el interior. El gobierno regala 600 metros de terreno a las familias omaníes para que construyan sus casas. 
Entre las dos y las cuatro de la tarde intentamos tener ya un lugar para dormir, pero durante todo el día no encontramos nada adecuado y por más que buscamos no lo encontrabamos. Ya a la desesperada pasamos por una calle donde había un gran árbol y decidimos que acampábamos allí mismo. Aunque en Omán no hay problema para acampar en cualquier lugar, nos gusta preguntar a los vecinos más próximos por si tienen algún inconveniente. Preguntamos a una señora que no hablaba nada de inglés y aunque le enseñamos nuestro documento escrito en árabe, tampoco sabía leer. Como para entenderse no hace falta hablar el mismo idioma, al final la mujer nos alojó en el típico salón omaní para invitados. La mujer nos hablaba en árabe y por mucho que le dijéramos que no entendíamos nada ella seguía como si comprendiéramos todo lo que nos decía. La verdad que al final por gestos entendimos bastante de lo que nos quería decir. Por la noche nos trajo la cena. Gracias Omán!!

Gran parte de nuestra ruta va paralela al mar

Pedimos acampar en la puerta de una casa, y la mujer no dudó en invitarnos a pasar a dormir dentro. 

Y más tarde nos trajo la cena. Increible la hospitalidad de los omanís.

Un día antes de llegar a Mascate acampamos en la localidad de Barka. Le preguntamos a un pescador donde podíamos acampar y nos invitó a hacerlo en el lugar donde guarda sus barcos.






Acampada en la playa

Al día siguiente llegamos a Mascate, la capital del Omán, donde nos recibió Aziz, un joven omaní con el contactamos por warmshowers. Nos dejó su apartamento por dos noches y mientras tanto se fue a visitar a su familia a Nizwa. 
Gracias Aziz!!

Con Aziz, nuestro amigo en Mascate

Turisteo en la Gran Mezquita Sultán Qaboos

Gran Mezquita Sultán Qaboos

Una de las experiencias más extrañas de nuestra estancia en Omán fue cuando un taxista nos invitó a su casa, que se encontraba a más de 50 kms en sentido contrario a nuestra marcha, prometiéndonos devolvernos al mismo lugar al día siguiente. Quería llevarnos al Festival de Muscat que se celebraba esa noche. Insistió tanto que quisimos dejarnos llevar a ver que pasaba. Al principio no parecía mal tío pero luego nos dimos cuenta que le gustaba más el whisky que a un tonto una tiza. Fue a comprar alcohol debajo de un puente, como si de droga se tratara. Allí se encontraban varios tipos ya borrachos, asunto que desconocíamos totalmente en este país. Su máximo interés era compartir la bebida en su casa con nosotros, a escondidas de su mujer e hijos, supongo que para no sentirse un bebedor solitario. Al final Mohamed no resultó ser mala persona, un poco cansino y fanfarrón con que tenía mucho dinero y que nos podíamos quedar en su casa un mes, incluso nos llegó a decir que trajéramos a nuestra familia a su casa y que el pagaría los vuelos hasta Omán. Por la noche nos llevó al Festival de Muscat, que es una especie de feria y mercadillo. Nos encantaron las danzas árabes que representaron. Por lo demás sin problemas, al final dormimos en casa de su familia y al día siguiente hizo los 50 kms de vuelta para devolvernos de donde nos había recogido y todo esto cargado con las bicicletas y todos nuestros trastos. Obviaremos fotos del rostro de Mohamed.

  





Al Alam. Palacio del Sultán

Con Mohamed 


Danzas árabes 


Al final a Merce siempre la acaban vistiendo

Después de tres noches en Mascate, estábamos impacientes por abandonar la capital de Omán.  La ciudad no es excesivamente grande pero se conduce demasiado rápido. Tuvimos la gran suerte de que durante casi toda la jornada el viento soplara a favor y a pesar de comenzar a pedalear a las diez de la mañana, y que había algunas subidas, ese día hicimos 89 kms. Al llegar a la costa nos desviamos a un pequeño pueblo llamado Daghmar. Normalmente en estos pueblos no se ve a casi nadie por la calle y optamos por entrar a un palmeral donde había un anciano omaní con una cuadrilla de gente Bangladesh trabajando en su finca. Le preguntamos si podíamos acampar allí y nos dijo que sin problema. Cuando ya habíamos montado la tienda llegó su hijo Naser, que se encontraba trabajando en Mascate, y nos invitó a quedarnos en la sala de invitados de la casa por el tiempo que quisiéramos. La sala era inmensa, más grande que todo nuestro piso. Normalmente las mujeres de la casa no suelen relacionarse con los hombres que no sean de la familia, pero en esta familia enseguida se acercaron, las más jóvenes de la casa, para interesarse por nosotros. Disfrutamos mucho charlando con Aysha, una joven veinteañera muy curiosa y amable con la que compartimos conversaciones durante los dos días que permanecimos en la casa. Aysha contrae matrimonio el próximo mes de mayo y estamos invitados, lástima que no podamos asistir. Le deseamos lo mejor. 
Muchas gracias por todo!!

En un Cofee Shop de carretera, nuestros oasis en el desierto. Normalmente regentados por Indios o pakistaníes.



Pedaleando hacia la costa

El primer lugar donde acampamos en Daghmar

Luego nos acomodaron en este salón donde pasamos dos noches.

Con Jasmine, la chica de Bangladesh que trabajaba en la casa, y las niñas de la familia. Las jóvenes no quieren salir en las fotos, eso sí, nosotros tenemos que ser famosos en Instagram, que es lo que más utilizan ellas.

Poco que hacer en Daghmar, salvo pasear por la playa

A partir de Dibab comenzamos a disfrutar la costa de Omán por una bonita carretera, con poco tráfico, que discurre pegada al mar.  Curiosamente está plagada de burros, de los de cuatro patas. 
A pocos kilómetros visitamos una de las recomendaciones que nos hizo nuestro amigo Aziz de Muscat, el Sink Hole de Bimmah. Un agujero en medio del desierto donde te puedes bañar en agua cristalina. Allí coincidimos con un grupo de moteros kuwatíes que alucinaban con nuestro viaje y quisieron hacerse una fotos con nosotros. Disfrutamos muchísimo del lugar, incluso los trabajadores nos invitaron a acampar allí por la noche, pero preferimos seguir hasta el Wadi Shab, pero eso esa es otra historia que contaremos en la próxima entrada del blog.


Moteros de Kuwait de viaje por Omán


Bimmah Sink Hole


Bimmah Sink Hole




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Preferimos vuestros comentarios en nuestra cuenta de Facebook "Dos bicis sin destino", pero si lo haceis por aquí, por favor decid vuestro nombre.