martes, 12 de abril de 2016

5 - IRAN. QUEDATE EN MI CASA.


Por el título de esta entrada ya podéis suponer que vamos a seguir hablando de la hospitalidad de la gente. Quizás seamos algo pesados con el tema, pero no nos apetece escribir demasiado sobre la historia de Persépolis o de las cúpulas de las mezquitas de Isfahán, eso lo podéis ver en miles de páginas de internet. Por espectaculares que sean los monumentos que visitamos o los paisajes que nos encontramos, lo que realmente está dando sentido a este viaje son las personas. Ya sabíamos por otros viajeros que Irán era un país hospitalario, pero a veces nos parece surrealista la verdadera devoción que los iraníes sienten por los extranjeros. Incluso hemos llegado a presenciar una discusión entre dos amigos para decidir con quien de ellos nos quedábamos a dormir.

Continuamos por donde nos quedamos.
Llegamos a la ciudad de Lar ante el clamor de las masas. Quizás os parezca exagerado, pero así nos sentimos tras varios días de travesía por el desierto. Enfilamos la avenida principal y todo el mundo se giraba sorprendido ante nuestra presencia y nos saludaba con entusiasmo, algunos nos seguían con sus motos para ir grabando a “los extraterrestres” con sus móviles, otros nos gritaban “How are you?” y “Thank you!”, agotando así su repertorio de conocimientos de inglés. Desde que entramos en Irán nunca nos había sucedido algo parecido, y la verdad, que pasadas ya unas semanas desde aquel día, nunca  se nos ha dado una situación similar.
En Lar nos quedamos dos noches en casa de Mohammad y Maryam, miembros de la red de ayuda entre viajeros “Couchsurfing”. Esa misma noche nos llevaron de barbacoa con sus amigos a una casa de campo. Los amigos de Mohammad son profesores como él y forman un grupo muy unido. Pasamos una noche muy entretenida compartiendo mesa, bueno… compartiendo suelo. Después de mes y medio comiendo en alfombras, cantamos como Alaska : “Tengo los huesos desencajaaaadoooos”. 
El nuestro segundo día en Lar fuimos invitados a comer por Mehdi y Zahra, amigos de nuestro anfitrión Mohammad. Se les veía muy entusiasmados con la idea, y aunque no hablaban prácticamente nada de inglés, y temíamos no poder entendernos con ellos… aceptamos.  Al llegar a la casa fuimos recibidos por toda la familia como si de un jefe de estado se tratase. Nos sentaron en el salón principal y no pararon de darnos de comer. Zahra, que también es profesora, es una cocinera extraordinaria y preparó para nosotros sus mejores platos. Pollo en salsa de granada, encurtidos de mango, arroz de varias clases que ellos mezclan con yoghurt, quesos, confitura de naranja, dátiles, fruta, etc. Por mucho que comas, una familia iraní te estará sacando comida hasta que revientes, y si dices que no quieres más… no pasa nada, igualmente te seguirán ofreciendo más comida. Cuando crees que ya has terminado, llega la hora del chai (te) que irá acompañado de dulces, y después de eso más chais, más dulces, frutos secos, luego fruta, hasta que llega la hora de cenar. 
En Irán hemos tenido la suerte de probar la comida local gracias a la hospitalidad de la gente que nos ha invitado a sus casas, porque fuera, la gran mayoría de los restaurantes, son de comida rápida: Pizzas, hamburguesas, perritos calientes, pinchos y kebabs.  Es curioso que sigan una dieta parecida a sus “enemigos” yankis.
Por la tarde Mehdi y su hija mayor, nos llevaron de visita por la ciudad vieja. Lar fue destruida  por un terremoto hace 50 años y se construyó una  nueva ciudad a tres o cuatro kilómetros de la antigua. La ciudad vieja no se abandonó y fue reconstruida, muchos de sus edificios históricos resistieron el terremoto, entre ellos el magnífico bazar, que según nos comentaron tiene 800 años, siendo el más antiguo de Irán tras el bazar de Tabriz. 
Después de visitar el bazar, Mehdi nos llevó a ver a su familia. Para los iraníes un extranjero es un tesoro al que cuidar y agasajar, y a veces también al que pasear para que lo vea todo el mundo, sobre todo en lugares como Lar, fuera de las rutas turísticas. Al llegar a la casa de la abuela de Mehdi, allí se encontraban todas las mujeres de la familia, su madre, hermanas, tías, sobrinas, etc, que estaban haciendo los dulces para el Nooruz (año nuevo iraní), que se celebraría en un par de semanas. Merce también prepara los dulces de Navidad con su familia, así que recordó, con cierta nostalgia, no tan diferente al que se vive en su casa. 
Disfrutamos mucho con las mujeres de la familia, y ellas creo que también con nosotros. No pararon de ofrecernos dulces recién horneados y té. La abuela de Mehdi se encariñó con Merce y no quería nada más que cogerla de la mano y que estuviera con ella. Como despedida, y como siempre en Irán, sesión de fotos. Desde que entramos en el país somos fotografiados decenas de veces al día. Por ahora lo llevamos bien, ya os contaremos conforme vaya pasando el tiempo.

Preparando los Kebabs para la barbacoa
Bazar de Lar

Muy parecidos a los michirones marcianos

Con Mehdi, Zahra y familia

De visita a la casa de la abuela de Mehdi

Con la abuela y la madre de Mehdi

Asistimos a la clase de inglés de nuestro amigos los profesores. Menos mal que no nos preguntaron demasiado

Aquí cumplimos los 2.000 kms de pedaleo
En un día nos regalaron toda esta comida por la carretera. Empezamos a pensar que tenemos cara de hambrientos

En un pequeño pueblo preguntamos por un lugar para acampar y nos llevaron junto a la Mezquita. Lo que se ve detrás de la tienda es el cementerio.

Justo cuando paramos para decidir como íbamos a pasar un túnel peligros, paró esta furgoneta para hacerse una foto con nosotros. A cambio nos pasó al otro lado del túnel.

Ya os contamos al principio del viaje que una de las cosas que peor llevábamos era ese momento, de cierta ansiedad, cuando se va acercando el atardecer y tenemos que encontrar un lugar para dormir. Esta situación ha desaparecido por completo en Irán. Por pequeño que sea el pueblo donde llegues, un iraní siempre te va a ayudar como pueda, bien buscando un lugar seguro para que acampes, una habitación en la mezquita, o llevándote directamente a su casa. 
Dos días después de salir de Lar, llegamos al pequeño pueblo de Rezak, digo pueblo por llamarlo de alguna manera. Allí solo habían tres pequeños restaurantes de camioneros, una mezquita, una tienda y unas pocas viviendas, seguramente de los propietarios de estos negocios. Comimos unos pinchos de pollo en uno de los restaurantes, y al terminar preguntamos si había algún problema para acampar junto a la mezquita, que se encontraba al otro lado de la carretera. Las  mezquitas disponen de baños y hasta ahora siempre nos han dejado utilizarlos. Uno de los chicos nos preguntó que por qué íbamos a acampar, que el nos llevaría a un lugar mejor. Nuestra sorpresa fue cuando aparecimos en la puerta del puesto de socorro de la “Luna Creciente Roja”, la “Cruz Roja iraní”. Los voluntarios abrieron rápidamente la puerta y nos instalaron en uno de los salones para nosotros solos. Nos dijeron que nos sintiésemos como en casa, que estaban honrados por recibir a unos extranjeros, que tenían duchas con agua caliente y aseos para que dispusiéramos libremente de ellos. Enseguida nos trajeron chai y dátiles. Les preguntamos que si era habitual que se quedaran viajeros extranjeros en sus instalaciones, y nos dijeron que éramos los primeros, pero que ellos estaban para ayudar a la gente, sea como sea, y que en aquel pueblo no disponía de ningún alojamiento, y no iban a permitir que durmiéramos en el “shador”, que es como se llama aquí a la tienda de campaña. Si, tiene el mismo nombre que la prenda con la que se cubren las mujeres iraníes. 
En las carreteras de Irán existen muchos puestos de la Luna Creciente Roja, y a partir de aquel día, fueron nuestros oasis en el desierto. Los utilizamos en un par de ocasiones más. Normalmente se encuentran en lugares aislados, cerca de alguna pequeña población, y los voluntarios siempre nos recibieron encantados. 

Nuestro primera noche en un salón de la Luna Creciente Roja. Vigilados por los Ayatholás.

Con los chicos de la Luna Creciente 



Antes de llegar a la ciudad de Jahrom habíamos contactado con Amir, un couchsurfer que accedió a alojarnos por una noche en su casa. En Irán está prohibido casi todo, sería más fácil enumerar lo que está permitido que lo que no lo está. Una de las cosas que no está permitida es alojar a extranjeros. Es curioso que a pesar de esto, son miles los iraníes que pertenecen a Couchsurfing y que ponen sus fotografías, datos, e incluso teléfonos en su perfil, y todavía más extraño que nadie haga algo para evitarlo. Dicen las malas lenguas que esto es por un motivo bien sencillo de imaginar.
Amir y su mujer Fatima nos alojaron solamente una noche en su casa, pero nos encantó estar con una pareja iraní moderna, con ellos empezamos a comprobar que existía una parte de la sociedad iraní, mucho más “occidentalizada” de lo que hubiéramos imaginado.


Amir y Fátima. Geniales los dos


Jahrom y sus alrededores nos recuerdan mucho a nuestra Región de Murcia y a otras provincias del Mediterráneo español más árido, como el sur de Alicante y Almería. Durante varios kilómetros vamos pedaleando por sierras de monte bajo salpicadas de huertos de cítricos, frutales y palmeras. El olor a azahar nos recuerda a casa. 
A unos 25 kilómetros de Jahrom un hombre nos hace el alto, como tantas veces sucede en este país. Esta vez no quería hacerse una foto con nosotros, sino que lo siguiéramos al interior de un pequeño pueblo. Seguramente si alguien nos parara así en España dudaríamos un poco de sus intenciones, pero en Irán nos sentimos tan seguros que ni se nos pasa por la cabeza que alguien nos pueda hacer algo malo. Cuando nos dirigíamos hacía el interior del pueblo escuchamos música y el señor nos explicó que era la celebración de una boda. Realmente la boda se celebraba esa misma noche, pero la fiesta empezaba mucho antes, y nos dijeron que duraría unos dos días. Al entrar al recinto había varias mujeres y niñas vestidas con trajes tradicionales de vivos colores y bailando una danza con pañuelos. Cuando entramos se armó el alboroto.  Si en Irán un extranjero es un elemento “extraño”, en zonas rurales es un extraterrestre. Como siempre, enseguida fuimos fotografiados por los móviles de casi todos los asistentes y Merce fue invitada a bailar con las mujeres.  Al final no nos quedamos a la boda porque eran las diez de la mañana y se celebraba por la noche. Seguramente lo habríamos pasado genial y será una oportunidad que raramente se nos vuelva a presentar, pero en ese momento hicimos lo que sentimos. Días más tarde descubrimos que esa gente pertenecía a una de las muchas tribus que existen en Irán, los Qasqhai, si como el Nissan. Dicen que la marca japonesa tomó el nombre de esta tribu, pero tampoco lo podemos afirmar.


Aunque parezca Murcia, esto es Irán

En la boda

Celebración de una boda Qasqhai


Merce se animó a bailar




En otro puesto de la Luna Creciente donde pedimos alojamiento


En estas pequeñas tiendas nos avituallamos durante la ruta

Más amigos de la Luna Creciente

Cuando nos encontrábamos a 25 kms de la ciudad de Shiraz, paró una furgoneta tipo pickup, para ofrecernos algo de comida, cosa que está siendo bastante habitual en nuestro paso por Irán. El chico nos preguntó lo de siempre, que de dónde éramos, dónde íbamos, de dónde veníamos, y por último donde nos íbamos a quedar a dormir en Shiraz. Al decirle que buscaríamos un hotel, nos ofreció enseguida su casa para alojarnos. Hemos rechazado varias veces ofrecimientos de alojamiento, pero en este caso no pudimos estar más acertados al acceder a quedarnos con Allahverdi, que era como se llamaba este chico. Cargamos las bicicletas en la furgoneta y nos llevo a un piso en un barrio de Shiraz, una de las ciudades más importantes de Irán, con casi dos millones de habitantes. Allahverdi vivía con su mujer Maryam y su hija Dena en esta vivienda alquilada, y hacía tan solo dos días que se habían trasladado, por lo que estaban todavía acomodándose, a pesar de eso no dudó un segundo en invitarnos. Más tarde nos enteramos que las circunstancias económicas de la familia no eran las mejores en esos momentos y para no crearles gastos innecesarios, les dijimos que solo nos quedaríamos esa noche, y al día siguiente nos marcharíamos a un hotel. Al comentarles esto se negaron y enseguida  llamaron por teléfono a Sam para que nos convenciera para quedarnos los tres días que habíamos pensado permanecer en Shiraz. Sam Serrano hablaba perfectamente español, había tenido varios negocios en Denia durante cuatro años. Por supuesto ese no era su nombre real, pero se lo había españolizado. Nos estuvo explicando que la familia que nos había invitado, pertenecía también a la tribu Qasqhai, como él, y que si en Irán la hospitalidad es algo muy presente en la forma de ser de la gente, para los Qasqhai era algo importantísimo. Nos pidió por favor que no les hiciéramos el feo a esta familia y que  nos quedáramos, que era gente estupenda y que sería una decepción para ellos que nos fuéramos. Ya habíamos comprobado en otras ocasiones, que cuando un iraní que te invita a su casa te lo va a dar todo y no va a dejar que pagues nada, por eso nos sabía mal. Sam se presentó esa misma tarde en la casa para conocernos y para que no nos fuéramos, incluso se quedó a dormir esa noche con nosotros. En las viviendas iraníes no hay ningún problema para que los invitados duerman en casa, tiran una especie de edredones acolchados sobre las alfombras, y todo el mundo a dormir en la misma habitación o en el comedor. 
Pasamos tres días compartiendo desayunos, comidas y cenas con esta familia y su grupo de amigos. Nos llevaron a visitar la ciudad, de barbacoa a una casa de campo, a hacer nuestras gestiones, y a algún bar escondido a divertirnos. La gente de Shiraz es mucho más abierta que en otras zonas de Irán y eso se nota solo al pasear por sus calles, y en la forma de vestir de sus mujeres, donde el shador negro no es la prenda predominante. 
Allahverdi y Sam nos llevaron a Persepolis en coche y lograron hacernos pasar por iraníes en la entrada. Un extranjero paga 200.000 riales por una entrada, y nosotros pagamos por cinco personas 150.000 riales.
Poco que contar de Persépolis, como comentamos al principio, vamos a explicar pocas cosas de monumentos o lugares turísticos en este blog, con una búsqueda en google hay información para aburrir.
Sam Serrano resultó ser un vividor, en el buen sentido de la palabra. Salió de Irán hace 32 años y había vuelto a su país hacía poco. Como ya comentamos estuvo viviendo en España durante cuatro años, donde era propietario de un par de negocios junto a su exmujer española. También vivió por un tiempo en Centroamérica, concretamente en El Salvador, y posee la nacionalidad de Suecia al haber estado casado  también en ese país. El poder compartir estos días con Sam y comunicarnos con él en español, nos sirvió para conocer mucho más sobre Irán y sus costumbres. También nos habló mucho de su tribu, los Qasqhai, y nos llevó a visitar a su gente. Desconocíamos que “solo” el 50% de la población de Irán es persa, y que el resto está distribuido en diferentes etnias que a su vez se dividen en tribus. No sabíamos que los turcos eran una de las poblaciones más importantes del país y que hablan otra lengua totalmente diferente al farsi.  No se trata de turcos de Turquía, aunque descienden de una misma rama, sino de antiguos pueblos que se desplazaron hasta Irán hace siglos desde Asia Central y solo comparten con los turcos un idioma parecido. Por ejemplo, nuestros amigos de Shiraz son turcos pero de la tribu Qasqhai, que a su vez se divide es varias subtribus.
Abandonamos la ciudad de Shiraz, sabiendo que nunca olvidaríamos los días pasados con nuestros amigos los Qasqhai, una gente excepcional. Querían que nos quedaramos a pasar los 15 días de la festividad del Nooruz acampando en el desierto junto a toda su familia, pero tuvimos que declinar la invitación, que sino al final nos veíamos empadronándonos en Shiraz.
A día de hoy, pasadas varias semanas, todavía nos va llamando Sam cada tres o cuatro días para preguntar como nos va y para ayudarnos por cualquier problema que pudiéramos tener. Muchas Gracias!!

Tumba del poeta Hafed en Shiraz


Maryam y el amigo de Allahverdi. Perdón por no acordarnos del nombre de todo el mundo.

Pasamos una noche de barbacoa en una casa de campo a las afueras de Shiraz

Celebrando con nuestros amigos de Shiraz

En Persepolis



Merce vestida con el traje tradicional Qasqhai





En Persepolis












Merce bien acompañada con Allahverdi y Sam


Nuestro siguiente destino iba a ser la ciudad de Yazd, 445 kms al norte de Shiraz. En un principio queríamos ir en autobús, pasar allí unos días y luego regresar a Shiraz para seguir en bicicleta hasta Isfahán, pero luego pensamos que era una tontería, y montamos las bicicletas en el autobús hasta Yazd para continuar viaje en bicicleta desde allí. Como ya os contamos en la presentación de este blog, este viaje va a ser flexible, y si tenemos que coger otro medio de transporte que no sea la bicicleta, pues lo haremos.
Aunque habíamos disfrutado mucho con nuestros amigos de Shiraz, el ser durante tres días el centro de atención termina agotando un poco. En Yazd estábamos decididos a quedarnos en un hotel, para tener un poco de independencia, pero Irán tenía otros planes para nosotros.  Al llegar a Yazd el autobús nos dejó a las afueras de la ciudad. Cuando nos dirigíamos hacía el centro en bicicleta, un coche nos paró para preguntar donde íbamos. Resultó ser Mohammad, un profesor de inglés que pertenecía a couchsurfing y quería invitarnos a su casa. Después de pensar un poco, decidimos que por una noche no estaría mal, ya estaba anocheciendo y al día siguiente podríamos quedarnos en un hotel. ¿Y que pasó? Que al final nos quedamos tres noches con Mohammad y su magnifica familia, su mujer Mabooh y su hija Anita, que con 4 años habla perfectamente farsi e inglés. Que envidia!! 
Mohammad había alojado ya a muchos extranjeros y entendió enseguida nuestra necesidad de estar un poco a nuestro aire, y visitamos la ciudad por nuestra cuenta. Pasamos unos días muy entretenidos con esta familia, incluso les enseñamos algunas palabras en español, ya que están aprendiendo el idioma. Les hizo mucha gracia lo de “El perro de San Roque no tiene rabo porque Ramón Ramirez se lo ha cortado” .  
Como en casi todo el mundo, España es conocida por el futbol. Es decirle a un iraní que eres español, y enseguida comenzar a gritar con entusiamo: Real Madrid, Barcelona, Messi, Ronaldo. Vale, aceptamos ser conocidos por el fútbol, pero no por los Gipsy Kings, que además de música de calidad dudosa ni siquiera son españoles. En Irán ya han sido varias las personas que conocen nuestro país por los Gipsy Kings, entre ellos nuestro amigo Mohammad. Nos preguntó si teníamos en el disco duro música en español. No preguntéis por qué, resulta que en una de las carpetas teníamos música de El Fary, Los Chichos y similares. Se puso muy contento al escuchar tan bonitas melodías y le copiamos la carpeta completa. Si en un futuro suena en los Cuarenta Principales de Irán: “Dame veneno que quiero morir, dame veneeeeeeno”. Nosotros somos los culpables. 

En Yazd nos invitaron a entrar en esta panadería para ver el proceso de elaboración




Zapatería portátil


Yazd


Yazd

Yazd
Yazd
Yazd





Con el amigo Mohammad que nos alojó en Yazd



Desde Yazd pusimos rumbo a Isfahán, que se encontraba a más de 300 kms. Teníamos tiempo y nos lo queríamos tomar con tranquilidad, así que el primer día hicimos tan solo 55 kms hasta el siguiente pueblo, llamado Meybod. Al llegar al pueblo vimos carteles indicando varios puntos de interés, así que los seguimos y nos sorprendió descubrir que el pueblo tenía un castillo y otros lugares dignos de visitar.  Como todavía era temprano nos tomamos con tranquilidad lo de buscar un lugar para dormir, y paramos en el centro del pueblo, en el primer restaurante que encontramos abierto. Mientras comíamos se acercó el dueño a hablar con nosotros, y al comentarle que buscábamos un lugar para acampar, nos invitó enseguida a su casa. Ya eran varios días seguidos los que dormíamos en casas de iraníes, y en un principio declinamos la invitación. Yama, que era como se llamaba nuestro nuevo amigo, nos insistió e insistió, y al final como somos fáciles…accedimos. Quizás suene un poco presuntuoso, pero de verdad que hay veces que tenemos que declinar invitaciones para tener un poco de independencia. 
Cargamos las alforjas en el coche de Yama, y las bicicletas se quedaron en un local anexo al restaurante. Llegamos a su casa que se encontraba entre callejuelas laberínticas construidas con muros de adobe y empezamos a temernos lo peor, pero las apariencias engañan, al abrir el portón nos encontramos con una de las mejores casas donde nos hemos alojado en Irán, y además muy limpia. Yama nos presentó a su mujer Fátima y a sus dos hijos, y a pesar de que ya habíamos comido en el restaurante, nos empezó a sacar todo lo que tenía en la cocina. Da igual que digas que no quieres, te preparan la mesa, y al final tienes que comer algo para no quedar mal. En esta familia solo hablaban farsi, pero increíblemente nos entendimos muy bien con ellos y aprendimos algunas palabras más. Desde que entramos en Irán, poco a poco vamos haciéndonos con un vocabulario más extenso. Nos gusta aprender un poco del idioma y esto la gente te lo agradece mucho.
Yama y Fatima nos llevaron a visitar el pueblo y a todos sus familiares, y en cada casa nos sacaban de nuevo comida. Uno de los lugares a los que nos llevaron fue a una pastelería, propiedad de unos familiares. Nos pasaron al horno y nos hicieron probar varios tipos de dulces. Cuando creímos que ya nos íbamos a dormir, porque hablaban de “breakfast”, descubrimos que se referían a la cena, y entonces nos llevaron a su restaurante a cenar. Menos mal que se acabó el día, sino podíamos haber estallado.


Con Fatima en la puerta de su casa en Meybod

Castillo de Meybod

Castillo de Meybod



Practicando alfarería en Meybod

En la pastelería donde querían que probáramos todos los dulces. Meybod


Al día siguiente nos las prometíamos muy felices,  la ruta que nos esperaba era totalmente llana y pensamos que podríamos hacer 100 kms hasta la ciudad de Naein. El viento tenía otro plan para nosotros y poco antes de llegar a un pequeño pueblo llamado Aqda, tuvimos que bajarnos de las bicicletas y recorrer dos kilómetros caminando,  pedalear resultaba imposible. Había una caseta de la Luna Creciente Roja en la entrada del pueblo, y al preguntarles por un lugar donde dormir nos llevaron a un hotel tradicional muy bonito. 
El viajar en bicicleta te lleva a conocer lugares que pasarías de largo en otro medio de transporte. Descubrimos que Aqba tenía un interesante casco antiguo con casas de adobe, que no aparece en las guías turísticas.
Al día siguiente amaneció un día fantástico para ir en bici. Los primeros kilómetros soplaba un viento a favor que nos hacía volar en nuestras bicicletas por el desierto. La alegría duró tan solo 10 kms,  de repente el viento viró y nos encontramos con que, de nuevo, un vendaval frenaba nuestro avance. Era imposible pedalear, solo podíamos  hacer dos cosas, volver a Aqda o buscar un transporte alternativo hacia Naein. Conociendo a los iraníes, sabíamos que sería fácil que alguien nos llevara. Solo hizo falta media hora para que una pickup parara y cargara nuestras bicicletas hasta Naein. Nos dejaron en una rotonda a la entrada de la ciudad y a los dos minutos paró un autobús y nos preguntó que si íbamos a Isfahan. No lo habíamos pensado, pero nos lo puso tan fácil que montamos las bicicletas en el autobús y nos presentamos antes del medio día en esta maravillosa ciudad. 

Hotel tradicional en Aqda

Hotel en Aqda

Aqda

Aqda


A la llegada a Isfahán buscamos el Hostel Amir Kabir, que recomendaban varios ciclistas por internet. Nos quedamos en la habitación más barata, un zulo de 2x2, con baño compartido, pero bastante limpia y con desayuno incluido, por 700.000 riales, unos 18€ la noche. Al decirle al señor de la recepción que nos íbamos a quedar varios días y que si nos podía hacer rebaja, nos dijo que esperáramos al día siguiente, que nos cambiaría a una habitación mejor por el mismo precio. Efectivamente, antes de desayunar ya nos habíamos instalado en una habitación de verdad y con ventanas que daban al patio, desde donde podíamos acceder a internet. El trato por parte del personal de este alojamiento durante los siguientes cinco días fue excepcional, nos sentimos de nuevo como si estuviéramos acogidos por una familia, siempre pendientes de que nos encontráramos los más a gusto posible. 

Además de visitar la que quizás sea la ciudad más bonita de Irán, habíamos venido a Isfahán a algo muy importante. Se nos estaba terminando nuestro visado y teníamos que extenderlo. A Isfahan llegamos justo el último día del año del calendario persa, concretamente el que da paso al año 1395. Los iraníes celebran esta festividad  llamada Nooruz, (Año Nuevo), como si fuera la Navidad en España y esto nos ocasionó algún quebradero de cabeza. La gente nos decía que todo estaría cerrado por unos días, pero no se ponían de acuerdo en cuantos.  Nuestro visado expiraba en cuatro días y necesitábamos extenderlo, sino tendríamos graves problemas. El día 22 de marzo, después de año nuevo, a pesar que nos habían dicho que estaba cerrada, nos acercamos a la Comisaría de Policía, por si sonaba la flauta. El departamento de Inmigración estaba abierto, el problema es que hasta dentro de dos días no abrían los bancos, donde había que pagar la tasa del visado, justo el día que nos expiraba. Nos dijeron que no había problema, que volviéramos el día 24. Efectivamente no hubo problema, cuando nos presentamos ese día nos trataron excelentemente, como casi siempre en Irán, incluso nos colaron delante de todo el mundo y nos hicieron la extensión del visado en tan solo una hora, cuando normalmente lo dan al día siguiente.
De nuestro días en Isfahán vamos a contar poca cosa, las imágenes hablan por si solas, la ciudad es preciosa, moderna y limpia, y a pesar de estar muy acostumbrados a los turistas, los iraníes te sigue tratando con increíble amabilidad.

Isfahán





Mezquita Iman Jomeini
Mezquita Imán Jomeini



Puente Siosepol Isfahán y los siete elementos del Nooruz. En esas fechas, todas las casas de Irán ponen siete cosas que empiecen con "S"en el salón.



Catedral Armenia de San Salvador - Isfahan


Bazares de Isfahan

Especias

Fiesta de los maniquíes, no los toques por favoooor!!








Cambiando de bicicleta en Isfahán






Con el dibujo de Lucía, hija de nuestros amigos Pedro y Gloría. Plaza de Naghsh-i Jahan


Personal del Hostel Amir Kabir en Isfahan, gente excelente


Por cierto, ponemos nombres, fotografías e historias de la gente porque anteriormente les hemos pedido permiso para hacerlo. A pesar de eso tenemos que autocensurarnos y dejar de contar muchas cosas.