lunes, 23 de mayo de 2016

6.- IRAN. UNA VUELTA POR EL NORTE MIENTRAS TRAMITAN NUESTROS VISADOS

A pesar de que Isfahán cuenta con casi dos millones de habitantes, fue más fácil de los esperado abandonar la ciudad en bicicleta. Estudiamos una ruta alternativa a la carretera principal que va hacia Teherán y la encontramos pasando por pueblo llamado Habibabab. 
Después de rodar durante varias horas por un paisaje desértico, nos desviamos por una carretera secundaria con apenas tráfico que se internaba en las montañas. Con anterioridad ya habíamos comprobado en el mapa que por ese camino existían varias aldeas diseminadas. Antes de que anocheciera nos desviamos en la primera de ellas para buscar refugio. Encontramos a un señor junto a la carretera principal y le preguntamos si sabía de algún lugar en el pueblo donde poder quedarnos a dormir. Nos acompañó a la mezquita y nos invitó a quedarnos en el salón anexo, donde incluso contábamos con calefacción. Visitamos un poco el pueblo que nos pareció muy auténtico. Viajar en bicicleta tiene estas cosas, estoy seguro que si viajáramos en otro medio de transporte, no se nos hubiera ocurrido parar en un lugar como este. 
Durante toda la tarde no vino nadie a la mezquita. Al contrario que en Omán, donde la gran mayoría de la gente cumple rigurosamente con los pilares del islam, en Irán hemos visto a muy poca gente rezando, solamente en las ciudades más tradicionales. Nos ha sorprendido mucho que, como en España, muchos iraníes sean creyentes pero apenas practiquen el islam, incluso hay muchos agnósticos y ateos. También es cierto que la gente que nos ha invitado a su casas, normalmente son personas más modernas y abiertas, y podemos tener una idea distorsionada en este sentido. 
A la mañana siguiente abandonamos la mezquita y comprobamos que ya se acabó nuestro primaveral viaje. Era el primer día que hacía frío de verdad, incluso tuvimos que ponernos los guantes y los chubasqueros. Bien abrigados, disfrutamos de una mañana de pedaleo relajante. No encontramos apenas tráfico y cruzamos maravillosas aldeas construidas en adobe, similares al lugar donde pasamos la noche. Al salir de nuevo a la carretera principal nos encontramos de nuevo con lo peor de este viaje, un fuerte viento en contra y los conductores iraníes. Irán es un país con gente maravillosa, pero que se transforman en verdaderos cabrones cuando van al volante. Muchos iraníes conocen a través de la televisión que algunos occidentales piensan que son terroristas, así que una pregunta muy repetida en este viaje es: ¿Pensáis que somos terroristas? Cuando les contestamos que si, se quedan a cuadros. Enseguida les aclaramos que son gente fantástica, pero que en el interior de un automóvil si que nos parecen verdaderos asesinos. Se ríen y asienten con la cabeza.

Primera foto de la mañana

El pueblo donde nos quedamos

Los paisanos muy amables, como siempre en Irán






Llegamos a la localidad de Natanz situada en los montes Karkas, entre montañas nevadas. Hace mucho frío y buscamos desesperadamente, durante más de una hora, un buen lugar para acampar. Unos señores nos indican que les sigamos, y nos llevan hacia las afueras de la ciudad, donde se encuentra un antiguo caravanserai, donde hace siglos paraban a descansar las caravanas de la Ruta de la Seda. Nos parece un lugar fantástico para dormir, pero el guarda de la puerta no piensa lo mismo y nos indica que no podemos acampar allí. Minutos más tarde nos llama para decirnos que lo podemos hacer en el exterior. Cuando nos disponíamos a plantar la tienda, aparecieron unos nuevos ángeles en nuestro camino; Mirtha, su hijo Matin y Maryam, la abuela de la familia. Solo fueron necesarios dos minutos para que nos invitaran a su casa a dormir. La verdad que agradecimos mucho esta invitación en un día plomizo y frío. Además de ser agasajados con deliciosos dulces y una maravillosa cena, a Merce le regalaron un pañuelo y un pollo de lana hecho a mano por Maryam, que a partir de entonces se convirtió en la mascota de Dos Bicis Sin Destino.

Montes Karkas


Caravanserai de Natanz. Hace siglos, estos eran los hoteles de las caravanas de la Ruta de la Seda.

Caravanserai de Natanz

Como siempre en los hogares iraníes, agasajados con dulces, fruta y chai.

Con Mirtha y familia

Tuvimos que venir hasta Irán para probar las gafas de realidad virtual. Alucinante!!
Abandonamos Natanz, como siempre dejando atrás a personas que nos han dado mucho en tan poco tiempo, y a los que pensábamos que nunca volveríamos ver, aunque en esta ocasión no sería así.
Nos dirigimos a Abyaneh, Patrimonio de la Humanidad, y del que todo el mundo nos había hablado maravillas. Se trata de un pueblo enclavado en un lugar privilegiado, en medio de las montañas, y que al parecer, estuvo aislado del resto de Irán durante mucho tiempo. Desde la carretera principal hasta el pueblo había unos 30 kms de subida. El pueblo estaba situado a 2.500 metros de altura, pero el problema no era el desnivel que teníamos que superar, sino que por la festividad del Noruz (Año nuevo iraní), parecía que la mitad de la población del país se encontraba visitando la zona. Con una carretera estrecha, en muchas ocasiones sin arcén, y una jauría de iraníes al volante, no disfrutamos precisamente de un día de tranquilidad. 
Unos 10 kms antes de llegar a Abyaneh, paró una familia en su coche y nos invitaron a su casa a comer, en un pueblo llamado Barz, a tan solo 3 kilómetros de donde nos encontrábamos. Muchas veces hemos rechazado estas invitaciones, sino sería imposible hacer camino en este país, pero esta vez, agotados y con amenaza de lluvia aceptamos sin dudarlo. El pueblo era precioso, con casas colgadas en la ladera de la montaña y senderos escarpados que te llevaban hacia cada una de ellas. Llegamos a la casa de nuestros anfitriones, que exteriormente no parecía gran cosa, pero el interior era totalmente diferente, muy bien arreglado y limpio. Aunque os parezca extraño, desde que entramos en Irán, no habíamos tenido un contacto realmente cercano con una familia tradicional, así que esta fue nuestra primera “experiencia religiosa”. Aunque todos eran bastante tradicionales en sus creencias, el abuelo estaba verdaderamente obsesionado con la religión. Por poner un ejemplo, si hablábamos de lo buenos que estaban los huevos fritos, el salía con que gracias a Alá podíamos comer esos huevos, y así toda la tarde con cada tema que salía en la conversación, bastante cansino el hombre. El hijo era ferviente admirador de Jomeini, y nos enseñaba de vez en cuando el llavero con la foto del líder y decía. Jomeini good!!
Después de comer, nos invitaron a quedarnos esa noche en su casa; en un día lluvioso no nos íbamos a negar. Por la tarde nos llevaron de visita a Abyaneh, que… ni fu, ni fa. Supongo que la lluvia y las hordas de turistas iraníes nos hicieron tener esa impresión. No tenemos nada contra los turistas, nosotros también lo somos, pero seguramente en otras circunstancias nos parecería un lugar fantástico.
Al regresar a Barz, la familia nos propuso dormir a cada uno en una habitación, los hombres en una y las mujeres en otra. Al parecer en muchas familias esta es la tradición, logramos que entendieran que dormiríamos juntos y nos prepararon un lugar para nosotros.

Camino a Abyaneh


Con la familia Saffari

En Barz

Abyaneh

Abyaneh

Abyaneh, muchos habitantes vestían sus coloridos trajes tradicionales, muy distintos al chador negro predominante en este país.
Abyaneh


Preparando sopa caliente


Modernidad y tradición



Abandonamos Barz en un día soleado, disfrutando de la bajada hasta la carretera principal. Desde allí pedaleamos por una zona desértica, plagada de baterías antiaéreas. Los soldados se encontraban sentados con las manos sobre los mandos de los cañones, como si en cualquier momento tuvieran que utilizarlos. Por supuesto no se nos ocurrió sacar la cámara de fotos, sabemos de una pareja de cicloturistas que estuvieron horas en una comisaría dando explicaciones. Aún así, al poco de tomar esta carretera, una patrulla de policía se plantó con su coche detrás de nosotros, y nos acompañó durante unos 15 kilómetros. A nosotros nos vino muy bien, así nos protegían del tráfico. Llegamos a un cruce donde la carretera se dividía en dos, y paramos para mirar el mapa. Los policías se acercaron y les preguntamos por la mejor carretera para ir hacia Kashan, indicándonos muy amablemente. Supongo que nos siguieron para asegurarse que no metiéramos las narices donde no debíamos y no hiciéramos fotografías. Lo curioso es que ni siquiera nos pidieron los pasaportes.
A medio día llegamos a Kashan y paramos a comer algo en un parque. Como ya hemos comentado en otras ocasiones, los iraníes son amantes del picnic, y cuando viajan aprovechan los parques de las ciudades para parar a comer. A pesar de que Kashan es una ciudad turística, un extranjero sigue siendo un bicho raro, y poco a poco la gente se fue acercando a interesarse por nosotros, y por supuesto a invitarnos a comer. A veces esto nos da que pensar. ¿Tendremos aspecto de mendigos o de hambrientos? Sabemos que es la forma de actuar de los iraníes con los extranjeros, pero aún así uno no acaba de acostumbrarse y siente cierta vergüenza. 
Pasamos por una zona de tiendas y uno de los chicos nos hizo el cuestionario de siempre. Al decirle que buscábamos un lugar para acampar, la maquinaria empezó a funcionar. Se formó un corro de gente y enseguida alguien tuvo una idea. En el instituto de educación secundaria que había enfrente seguramente podríamos acampar, y había baños y ducha. En época de vacaciones, como era el caso, los colegios e institutos de todo el país funcionan como alojamiento gratuito para los profesores y sus familias. Una forma barata de hacer turismo por Irán. Nuestros nuevos amigos hablaron con Arabi, el profesor que se encontraba encargado de acomodar a sus compañeros. Este enseguida nos buscó un lugar para dormir, en una sala utilizada como salón de actos y de rezo. Allí estuvimos durante dos noches y pudimos visitar tranquilamente la ciudad de Kashan, de la que nunca habíamos oído hablar y de la que tenemos un grato recuerdo.

Pedaleado entre montañas nevadas hacia Kashan




Artesanos en el Bazar de Kashan


Bazar de Kasan


Telares de alfombras



Este me regaló un libro sobre el Corán para llevarme por el buen camino

Palacios tradicionales de Kashan

Si os fijáis en el móvil, se pueden ver los ojos de la mujer

Palacios con aires de La Alhambra


Restaurante





Salón de actos del instituto donde nos alojaron en Kashan

Abandonamos Kashan con la idea de llegar a la ciudad de Qom, situada a 100 kilómetros de distancia. El día era precioso y el viento soplaba a nuestro favor. Pero como casi siempre cuando nos creamos expectativas, el viento se encargó de cambiar nuestros planes. Era tal la fuerza con la que soplaba, que tuvimos que poner pie a tierra y hacer tres kilómetros caminando hasta un pequeño pueblo. Paramos en un bar de carretera a esperar que amainara, pero después de una hora soplaba aún más fuerte. Allí paró también Stephan, un ciclista alemán con el que estuvimos charlando un rato. Después de pensárselo un poco salió a luchar de nuevo contra el viento, nosotros preferimos quedarnos a dormir allí. 
El pueblo era muy pequeño, con pocas posibilidades de alojamiento. No queríamos plantar la tienda con ese viento huracanado y por suerte nos acomodaron de nuevo en una sala de la mezquita. 

85 kms de carretera llana hasta Qom. Nos la prometíamos muy felices pero el viento tenía otros planes para nosotros


La Mezquita que nos salvó de una noche ventosa en la tienda de campaña
Este paisano estuvo un rato con nosotros durmiendo la siesta


Stephan, un cicloturista alemán que nos encontramos luchando contra el viento. El continuó hasta Qom.






A la mañana siguiente, y sin viento en contra, llegamos enseguida a Qom, una de las ciudades sagradas de los chiíes, la rama del islam predominante en Irán. Es uno de los lugares más fundamentalistas del país, y por lo tanto, del mundo. Incluso algunos iraníes nos habían desaconsejado visitarla. No porque sea un lugar peligroso para un extranjero, sino porque muchos piensan que “gracias” a los fundamentalistas de ciudades como Qom, que son los que gobiernan realmente el país, los iraníes más progresistas no pueden disfrutar de la tan ansiada libertad. El chador negro es la prenda predominante en la ciudad, bueno, no es que sea predominante, es la única prenda que visten todas las mujeres. Días más tarde nos enteramos de que en esta ciudad, y también en Isfahán, está prohibido que las mujeres monten en bicicleta, supongo que con las extranjeras hacen la vista gorda, porque estuvimos visitando ambas ciudades montados en nuestras bicicletas, y nadie nos dijo nada.
Poco antes de llegar a Qom, nos paró una familia de Kashan, que venía a visitar a unos amigos e insistieron en invitarnos a comer. El pueblo donde iban se encontraba a unos 15 kms de la ciudad de Qom. Les dijimos que ese era un problema para nosotros, así que sin dudarlo pagaron a una furgoneta para que transportara las bicicletas y asunto solucionado. Las chicas de la familia eran un encanto, y aunque eran todos muy religiosos, pasamos un buen rato con ellos. En Irán nos han hecho miles de fotos, pero creo que aquella familia batió el récord. Después de la comida pagaron otra furgoneta para que nos llevara de regreso a Qom. 
Nada más descargar las bicicletas de la furgoneta paró un chico en su coche para preguntar lo que hacíamos en la ciudad. A los treinta segundos de conversación ya nos había invitado a quedarnos en su casa a dormir. El chico tenía rasgos orientales, como mucha gente de esta zona del país. Después nos enteramos de que su familia era de Afganistán, y que su padre había emigrado a Irán hace más de treinta años, huyendo de la invasión de los rusos. 
Al llegar a la casa nos quedamos sorprendidos, el edificio de tres plantas era propiedad de la familia, y nos acomodaron en un moderno apartamento para nosotros solos en la planta baja. El padre de la familia era estudioso del Islam, así que podéis imaginar que era una familia muy tradicional, como casi todas las de Qom. A la hora de cenar, los hombres bajaron a nuestro apartamento y las mujeres cenaron arriba. Por primera vez en este viaje, Merce y yo tuvimos que comer separados. 
Como ocurre en tantas ocasiones, aprovechan nuestra llegada para invitar a toda la familia y amigos a cenar y hacernos cientos de preguntas y fotografías. Eramos quince hombres en la sala, entre ellos un Mulah, y varios de los hijos de la familia, algunos eran doctores y otros estaban terminando la carrera. Antes de comenzar a cenar, a uno de los hijos se le ocurrió la maravillosa idea de que el invitado principal bendijera la mesa con unas palabras. Daba igual que les dijera que no practicaba ninguna religión y que nunca había hecho nada similar. Al menos pude evitar hacerlo en inglés, y empecé con mi retahíla de peticiones. “Pido por la paz mundial, por que los pobres niños de Africa no pasen hambre, y tal y cual”.  Lo típico. Ellos repetían “no se que…Alá” Aunque quería parar, ellos insistían en que continuara, así que como me quedé en blanco empecé a decir lo que se me pasaba por la cabeza. “Ahora mismo me comía un par de huevos fritos con chorizo”, “No se que…Alá”. “Mañana lo mismo tomamos un autobús hasta Teherán para evitar el tráfico de la ciudad”, “No se que…Alá”, y así unas cuantas frases más, hasta que se dieron por satisfechos. Por suerte nadie entendía lo que decía.
En esta familia tan religiosa había alguna oveja negra que no seguía fielmente las enseñanzas de Mahoma. Cuando estuve a solas con él, me enseñó una fotografía en la que se encontraba borracho y rodeado de al menos diez botellas de vodka, whisky, ron, etc… Me comentó que estaba harto de tanta religión, y cuando se marchaba de la ciudad aprovechaba para beberse hasta el agua de los floreros. Además de esta oveja descarriada había otra. En Irán esta prohibido tener novia o novio, bueno, está prohibido hasta ir por la calle con alguien del otro sexo que no sea familia o cónyuge, aunque esto se lo saltan bastante a menudo. El caso que uno de los hijos de la familia durmió en la casa con su novia, y esto en una familia tan religiosa nos resultó bastante extraño.

De camino a Qom



La furgoneta que pagó la familia para llevarnos a comer 


Las simpáticas chicas de la familia



A la mañana siguiente aprovechamos para visitar el Mausoleo de Fátima, y como ya os dije nos acercamos hasta allí montados en nuestras bicicletas, un verdadero sacrilegio en esta ciudad. Después de la visita fuimos hasta la estación de autobuses para marcharnos hacia Teherán. Si algo teníamos claro ya antes de comenzar este viaje, era que no entraríamos ni saldríamos de la capital de Irán en bicicleta. Así que los 140 kms que separan las dos ciudades los hicimos sentados en un autobús. Llegamos a la ciudad en un día plomizo y feo.  Al salir de la estación de autobuses encontramos mucha gente con mal aspecto que no nos daba confianza. En Teherán no teníamos alojamiento y llamamos a Matin y Mirtha, la familia que conocimos en Natanz, para ver si podíamos quedarnos un par de noches en su casa de Teherán. A pesar de no avisarlos con tiempo, no dudaron en acogernos. El problema es que Teherán es una inmensa ciudad de doce millones de habitantes, así que tuvimos que pedalear 15 kms hasta la casa de nuestros amigos. Por suerte era día festivo y el tráfico era mucho más relajado que una jornada normal. Nunca podremos agradecer lo suficiente a esta familia por su hospitalidad. ¡¡Muchas gracias!!


Mausoleo de Fátima en Qom


Con un grupo de españoles con los que coincidimos en Qom. Muy simpáticos todos... bueno... todas, que eran mayoría. Merce también tuvo que vestirse con ese chador tan discreto.

Familia de picnic. Una imagen típica de Irán.

Ya en Teherán 

Pasamos dos díaa en la casa de Mirtha y su hijo Matin en Teherán
Confituras de varios sabores, muy típicas.

Hermanando países

El principal motivo de venir a Teherán fue conseguir los visados de los países de Asia Central. Si no fuera por esto, hubiéramos pasado de largo de la ciudad sin mirar atrás. Al final, entre idas y venidas, hemos pasado unos veinte días en Teherán, y a pesar de ello seguimos pensando lo mismo, a nuestro parecer es una ciudad totalmente prescindible. 
En Teherán habíamos quedado con nuestro amigo Sel para hacer los visados juntos y continuar viaje. Durante su viaje en tren desde el sur de Irán, coincidió con un grupo de cicloturistas locales que regresaban a la capital. Entre ellos se encontraba Imán, un chico apasionado de la bicicleta, que lo invitó a quedarse en su casa mientras realizaba los trámites. Sel le comentó si podíamos quedarnos nosotros también, para estar todos juntos, y por supuesto aceptó. No sabía la que le había caído encima al pobre. 
Los que hayáis tenido la santa paciencia de leer nuestro blog, ya sabréis la gente tan maravillosa que hemos conocido desde que comenzamos este viaje. Por eso, cuando decimos que Imán es la mejor persona que hemos conocido en Irán, y seguramente en nuestras vidas, os podéis imaginar de quien estamos hablando. En realidad toda su gente nos ha tratado como si fuéramos de su propia familia. La hermana Imán Sorhe, la madre Sahim, y su cuñado Habib, todos excelentes personas. Al final hemos pasado unos veinte días en su casa, pienso que al final creían que nos íbamos a empadronar allí. Como ya sabéis, el motivo de pasar tanto tiempo en Teherán ha sido la tramitación de visados, que se han complicado bastante, sobre todo por los días festivos y los documentos absurdos que nos han pedido.
Poco que contar de nuestros días en Teherán, no os queremos aburrir con los trámites absurdos de los visados. Si tenemos tiempo ya lo escribiremos en el apartado de visados, sobre todo para que la gente pueda aprovechar la información. También escribiremos sobre nuestra “maravillosa” Embajada de España en Teherán. Como se suele decir…el enemigo en casa. Nos han tratado mejor, por ejemplo, en la Embajada de Tajikistan, que en nuestra propia Embajada. 

Con Iman y Sel en la casa de Mirtha


Primer contacto con Iman y su familia. Cenando en nuestra casa de Teherán


Visitando la carcel donde torturaban y asesinaban a los revolucionarios afines a Jomeini. Curiosamente, esta visita es mucho más barata que otros lugares de Irán, supongo que para que los guiris sepamos lo malo que era el Sha. Lo que no cuentan es que ellos ahora hacen lo mismo con la oposición.

Aprovechamos el tiempo de espera entre visados para visitar otras partes del país y también para descargar a nuestra familia iraní de nuestra grata compañía. Primero visitamos la zona del Mar Caspio. La idea era llegar hasta la ciudad costera de Chalus, a 175 kms de Teherán, y desde allí empezar a costear en dirección este, hasta llegar a una ciudad cercana a la frontera con Turkmenistan, lo suficientemente importante para encontrar a alguien que guardara nuestras bicicletas hasta cuando regresáramos de Teherán. La idea de ir hasta Chalus en bicicleta fue descartada inmediatamente. Habib, el cuñado de Imán, es natural de esa zona y ha recorrido esa carretera cientos de veces en coche. Nos dijo que si queríamos morir jóvenes, adelante, pero que si deseábamos continuar nuestro viaje tomáramos un autobús.
Una soleada mañana cruzamos Teherán en bicicleta, fueron 20 kms de estrés, pero a ratos también divertidos. Por suerte Iman nos acompañó el primer tramo para evitar autopistas, y nos dejó enfilados en la avenida de 14 kms de longitud que se dirigía hasta la estación de la Plaza Azadi. 
Por suerte hicimos caso a Habib y tomamos el autobús. La montañosa carretera hasta Chalus era preciosa, y sin tráfico sería una carretera excepcional para hacer en bicicleta. Por desgracia había mucho tráfico pesado, de camiones y autobuses, era muy estrecha y en la mayoría de las ocasiones no contaba con arcén. 
Ya de noche llegamos a Chalus, y nos indicaron una playa donde podíamos acampar, en la vecina ciudad de Nowshahr. Cuando llegamos nos quedamos sorprendidos por la cantidad de gente que había acampada en el paseo marítimo y por la música disco de los chiringuitos sonando a todo volumen. Si uno se pudiera abstraer por un momento, podría pensar que se encontraba en cualquier lugar de la costa mediterránea española en pleno mes de agosto. Como otros lugares de acampada en Irán, cuentan con barbacoas y aseos, eso si, con nivel de mierda entre 7 y 8 en nuestra escala de baños guarros del mundo.
Pasamos dos noches en aquel camping playero que al principio nos pareció genial, pero la verdad que no nos dejaron dormir demasiado, sobre todo la primera noche, cuando la música no paró hasta las cinco de la mañana. El día que nos marchábamos tuvimos una sorpresa en forma de robo. Cuando me disponía a poner la cámara Gopro en el palo selfie que he adaptado en el manillar, me di cuenta que por la noche me lo habían robado. Enseguida miré la bici de Sel y a él también le había desaparecido el suyo. Realmente el valor de lo sustraído carecía de importancia, compramos otros iguales por tan solo 8 euros. Lo que no nos hacía tanta gracia era que alguien hubiera estado trasteando nuestras bicis a tan solo un metro de nuestras tiendas, mientras dormíamos.

Primavera nevada en Teherán

Plaza Azadi (Teherán)






Autobús VIP a Chalus

Preciosa y peligrosa ruta hacia el Mar Caspio


Acampando junto al Caspio. Por la noche nos robaron los palos selfie que llevábamos en nuestras bicicletas






Empezamos a rodar de nuevo después de unos cuantos días parados y a disfrutar de un tiempo magnífico. Cada uno vamos a nuestro ritmo y haciendo nuestras paradas, así que llegamos una hora antes que Sel a un pueblo llamado Mahmudabad, donde habíamos quedado para acampar en otra zona de playa. Pasamos por la puerta del polideportivo de un colegio y se nos ocurrió preguntar si podíamos ducharnos. Uno de los profesores nos llevó hasta las duchas pero no había agua caliente, así que llamó a Hossein, otro de los profesores que vivía en el pueblo, y tras esperar a que llegara Sel, nos llevó a todos a su casa para ducharnos. Por supuesto, no nos dejaron que fuéramos a acampar a la playa, y nos acomodaron en la zona de oración del polideportivo, donde pasamos la noche. Incluso pudimos prepararnos la cena en la cocina del complejo. Increíble esta gente.

En el gimnasio de Mahmudabad. Los chicos hicieron una exhibición para nosotros.

Mahmudabad


Aquí cumplimos los 3.000 kms de viaje


Al día siguiente quisimos abandonar la carretera principal que va por la costa del Caspio. Se trata de una vía con varios carriles y un arcén bastante amplio para ir con tranquilidad con la bicicleta, pero es bastante monótono y el sonido de los camiones es ensordecedor. Nos desviamos en la ciudad costera de Babolsar hacia otras carreteras secundarias con tráfico menos denso. Los campos de naranjos nos recordaban un poco a nuestra Murcia, aunque realmente esta zona se parece mucho más a la Albufera valenciana, ya que además se cultiva mucho arroz.
Pasamos la noche en una magnífica zona de acampada en la costa de Sari.  El nivel de limpieza de los baños era sorprendentemente bueno. 
Al día siguiente seguimos evitando la carretera principal y costeamos cruzando campos de arroz y frutales. Nuestro amigo Habib nos había recomendado que pasáramos por la zona de humedales del Parque Nacional de Miankaleh. En los mapas no aparece ningún camino, pero nuestro amigo nos aseguró que se podía cruzar en bicicleta sin problemas. Durante el trayecto preguntamos a los lugareños y también nos aseguraron que se podía pasar.
Nos las prometíamos muy felices cuando empezamos a acercarnos al parque y comenzamos a divisar los  humedales y las aves. Al llegar al control de entrada del parque nos encontramos con la sorpresa. Los guardas nos informaron de que el parque solo puede ser visitado por ciudadanos iraníes, así que nuestro gozo en un pozo. Lo peor es que teníamos que desandar parte del camino y dirigirnos de nuevo a la carretera principal hasta la ciudad de Behshahr. Como no hay mal que por bien no venga, a los cinco minutos de llegar a Behshahr, ya teníamos dos ofertas para quedarnos a dormir. La primera fue de un chico dueño de una moderna tienda de bicicletas de la marca Giant. Al principio nos propuso dormir en la tienda, pero después su padre insistió en pagarnos una habitación en un hotel. Después de 100 kms recorridos y el cansancio acumulado, una proposición como esta no se puede rechazar. Después de mes y medio en el país, en esta ciudad nos paró la policía por primera vez para pedirnos la documentación. 

Zona de acampada en Sari, junto al Caspio. Bueno, bonito y gratis





Por fin verde

Con un grupo de pescadores

Y de pastores

Acercándonos a los humedales donde no nos dejaron pasar por guiris



Los chicos de la tienda de bicicletas Giant que nos invitaron a dormir en un hotel. Muchas gracias!!


El del camión de los helados paró para regalarnos unas tarrinas. Muchas gracias!!

Al día siguiente comenzamos a pedalear después de las diez de la mañana, para aprovechar un poco la comodidad del hotel. A los pocos kilómetros nos paró de nuevo la policía, esta vez una patrulla de paisano. Lo más curioso es que insistían en que les proporcionásemos una fotocopia de nuestro pasaporte.  “A ver… que no llevamos fotocopias de nuestros pasaportes” Si llevábamos pero no nos salía da ahí el tener que dárselas. Les dijimos que hicieran una foto con el móvil, pero llevaban móviles de hace dos siglos, sin cámara de fotos. No sabían como salir de aquel lío y nos esperaron en siguiente pueblo para que cuando pasáramos hacer una fotocopia. Al final en el pueblo no había fotocopiadora y se fueron sin las copias. Increíble pero cierto. Llevábamos cuarenta y cinco días viajando por Irán y jamás nos había pedido la documentación la policia, a pesar de haber pasado por cientos de controles de carretera. En la zona norte del país nos los pidieron tres veces seguidas en poco tiempo. 
A pesar de comenzar a pedalear muy tarde, llegamos a la ciudad de Gorgan tras una etapa de 80 kms. Amenazaba lluvia y nuestra única opción parecía ser acampar en uno de los parques de la ciudad. Como siempre en Irán, hay un ángel que sale a nuestro encuentro. En este caso fue Ashkan, que tras cruzarse en dos ocasiones con nosotros en la calle, nos invitó a dormir en su casa. Pasamos una velada extraordinaria con él y su mujer Maryam. Muchas gracias!!


Gorgan

Gorgan

Con Ashkan y Maryam



Paramos en el pueblo de Azadshahr, donde nos alojó Alí y su mujer.

Cuentamé, como te ha ido, si has conocido la felicidad...

Gente muy humilde y hospitalaria

Desde Azadshahr fuimos acompañados hasta Gongad con Mohsen, un chico miembro de Couchsurfing, que conocimos por la calle y nos quiso acompañar con su bicicleta para ver la torre de Gongad, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. 200.000 riales, unos 6,5€, por visitar un monumento que se ve desde la puerta perfectamente. Parece que este es el precio fijo en Irán, sea Patrimonio de la Humanidad o cualquier otra monumento de medio pelo.

Con Mohsen. Al fondo la torre de Gongad, Patrimonio de la Humanidad.

Salimos del pueblo de Galikesh, donde habíamos acampado aquella noche, para dirigirnos a las montañas del Parque Nacional de Golestan. Pasamos un día de perros entre lluvia, frío y viento. Una pena porque el paisaje era precioso.

Acampada en Galikesh



Nos cruzamos con una pareja de Hong Kong que venía desde Asia Central, por donde habían viajado en invierno. Estos si que son duros.

Este paisano nos dio refugio en su tienda hasta que paró un poco de llover. Muchas gracias!!


Parque Nacional de Golestán, precioso hasta con lluvia



Bocadillo de nocilla, nuestro desayuno en ruta en Irán.


El tiempo apremiaba, ya que debíamos volver a Teherán para recoger el visado de Uzbekistan de Sel y comenzar los trámites para su visado de Turkmenistán. El visado de Uzbekistán es imprescindible para que la Embajada Turkmena te tramite el suyo, cosas de la “burrocracia” de Asia Central, y herencia de su pasado soviético. 
En la ciudad de Bojnurd, a 200 kms de la frontera con Turkmenistán, contactamos con Milad y Shiva, miembros muy activos de Couchsurfing y Warmshowers en esta ciudad. Pasamos una noche fantástica con ellos, son una pareja muy moderna que ha acogido en su casa a muchísimos viajeros de todas partes del mundo. Esto les ha acarreado ciertos problemas con las autoridades, incluso han tenido que ir a declarar en el juzgado sobre este asunto. A estas alturas ya conoceréis la increíble hospitalidad  de este pueblo. A los ultraortodoxos clérigos iraníes, que son el auténtico gobierno en la sombra del país, no les hace mucha gracia esta forma de actuar de la gente, y han prohibido que se hospede a extranjeros en domicilios particulares. Por suerte, como con otras muchas leyes, los iraníes se pasan esta por el arco del triunfo.

Con Milad y Shiva, una magnífica pareja atrapada en un país gobernado por fundamentalistas. Al final, toda esta gente universitaria y preparada profesionalmente, acaba abandonando el país para trabajar en Europa o Estados Unidos. Una pena.


Antigua Embajada de Estados Unidos en Teherán

Pintadas contra el enemigo en los muros de la Embajada


Teherán

















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